31 de octubre de 19…
Mi nombre es Alexander Torres. Tengo 57 años y me dedico a la Investigación Histórica. Relato esto como el último vestigio de mi existencia y como testigo fidedigno de lo que sucedió conmigo, así como el hecho de que hay cosas en este mundo que no merecen ser descubiertas, ni siquiera por casualidad.
Trabajo actualmente en el Museo Nacional en la sección de Artefactos y Objetos Antiguos. Como parte de mi labor, me dedico a recibir, explorar, corroborar y comprobar la información de los cientos de objetos que llegan a nosotros con la premisa de ser históricos. No es un trabajo divertido, aunque cuando te dedicas a la investigación y te envían al lugar donde fue encontrado, la cuestión cambia, gracias a eso he conocido muchas partes del mundo, así como he recolectado información que no aparecería en los libros de historias.
Otra vez me estoy yendo por las ramas, mil disculpas.
En mi último trabajo, recibimos en el museo un artefacto que se decía era muy antiguo, que posiblemente era Maya y que tenía una historia muy peculiar.
Mis jefes me encomendaron la tarea de corroborar la información enviándome al lugar donde fue encontrado, unas antiguas ruinas en las afueras de una ciudad al centro del país.
Por lógica, la historia me dictaba que, si un objeto de dicha categoría había sido encontrado ahí, era porque este había pertenecido a alguien y que había pasado de generación en generación, puesto que, los objetos de civilizaciones como los mayas, solamente pueden encontrarse en las ruinas de las ciudades que estos habitaron.
Guiado por las personas que llevaron el objeto al museo, el cual era un espejo de obsidiana con un marco con relieves de criaturas y caracteres extraños, me di cuenta que las ruinas eran de una casa abandonada, una que, según los pobladores, había pertenecido a una familia que falleció en el lugar en extrañas circunstancias.
Luego me daría cuenta, mediante entrevistas con la policía, que la familia había fallecido por desmembramientos, desfiguramientos y desollamientos, como si la persona que hubiese cometido aquellos crímenes, los hubiese cometido con odio, el odio por la belleza humana, puesto que, lo que más desfiguraba aquella persona, eran el rostro de sus víctimas. Dignos espectáculos de un artista bizarro y grotesco.
Busqué entre los objetos recuperados del lugar por la policía luego de los asesinatos, y encontré unos documentos referentes al espejo. Por obvias razones, no voy a transcribir lo que encontré, pero, voy a resumir de alguna forma la información.
Se supone que el espejo fue encontrado en las ruinas al noroccidente del país. Perteneció a una mujer esposa de algún jefe de la ciudad, la cual, al parecer, murió en extrañas circunstancias, pues, sus restos nunca fueron encontrados, solamente los rastros de la violencia y la crueldad a la que fue expuesta.
Entre los documentos, pude encontrar que la mujer se llamaba Ki’ichpam, lo cual, en maya yucateco significa Hermosa.
Como dije, me dedico a la Investigación Histórica, y entre la información que teníamos, no encontré nada referente ni a la mujer, ni al jefe del que fue esposa, mucho menos a dicho acto violento, que no pudo haber sido documentado porque los mayas no documentaban esas cosas; pero sí encontré algo sobre el espejo.
Los mayas utilizaban espejos de obsidianas como parte del aseo personal para mostrar sus reflejos, aunque también estos fueron usados como parte de sus rituales mágicos. Sin embargo, hasta este punto, me hallaba en una encrucijada, por un lado, tenía un objeto misterioso cuyo valor no se basaba en la antigüedad, sino en su procedencia, y por otro lado, dicha procedencia parecía estar ligada a la violencia, la cual, según lo que me dictaba la razón, parecía venir de algún lugar que no debería ser descubierto por nada del mundo.
Sin embargo, lo hice, descubrí el por qué, aunque me hallaba en un callejón sin salida, y es que, el espejo no había pertenecido solo a la familia, sino a otra familia, la cual había muerto en iguales circunstancias, pero a la que, por alguna extraña razón, nadie les prestó la atención debida, excepto los últimos dueños del mismo.
Fue aquí donde una extraña bruma pesada se dejó caer sobre mí intelecto y mi espíritu, algo me decía que no debía seguir adelante, que me toparía con algo que no querría saber y que, a lo mejor, querría mantener lejos de los ojos del mundo, para siempre.
Pero la curiosidad mató al gato, es lo que me decía siempre mi madre, y me lo repitió justo antes de morir al decirme que debía parar algún día en mi trabajo, y vaya que debí hacerle caso, pero no, el insensato le dijo: este gato tiene siete vidas, y todavía no ha perdido ninguna.
Perdón, volví a perderme.
La información de la familia anterior a la última poseedora del espejo, se hallaba en los documentos de que encontré. Pero no era algo escrito por los últimos, sino algo escrito por los primeros.
Era una carta, una carta con una letra un poco dispar cuya lectura se me hizo difícil, pero luego de tantos años en el negocio, al final terminas descifrando el enigma.
La carta decía…
En el espejo hay una dama, una dama muy hermosa, su nombre es ese Hermosa, pero no hay que confundirse con ello, porque de hermosa no tiene ni un pelo. Es horrenda, como la peor de tus pesadillas, y se alimenta de tu vanidad, de aquello que ella tuvo en vida, cuando aún era hermosa. Y por eso debes tener cuidado, porque la dama en el espejo odia la belleza, porque ella ya no la posee.
Hace dos días falleció mi esposo, y en cualquier momento lo haré yo, y dejo constancia del hecho por este medio, porque no me queda de otra. He deshecho todos los espejos de mi casa y he quebrado todos los vidrios, así como he dejado de verme en el agua de cualquier lugar, porque ella vive en el reflejo, a donde vayas, una figura extraña aparecerá tras de ti. Recuerdo que mi esposo me comentó eso justo antes de morir, que una mujer aparecía a sus espaldas cada noche cuando se miraba al espejo, y cuando miraba atrás, ésta ya no estaba.
Hasta que, un día, lo encontré hecho pedazos en el baño. Esa misma noche escuché pasos y susurros en toda la casa, y por alguna razón, le tuve miedo a mi reflejo. Llamé a la policía, ellos llegaron al lugar y atendieron el caso, pero tengo miedo, mucho miedo.
No sé nada de la mujer, no sé nada de lo que mi esposo dijo más que era una sombra, una sombra que se volvía clara y mostraba un rostro sin ojos, solamente sus cuencas vacías, el cabello enmarañado y una sonrisa diabólica. Según él, la última vez que la vio, tenía unos cortes extraños en su sonrisa, como si esta fuese hecha con violencia.
Tengo miedo, me he deshecho de todos los espejos de mi casa, excepto de ese último, el que estaba en el baño, el espejo de la piedra negra. Es irrompible, he querido desaparecerlo de todas las maneras posibles, pero no puedo quebrarlo.
Supongo que mis días están contados. Escribo esto desde mi habitación, con el espejo en el baño, y desde aquí puedo oír como unos pasos extraños caminan hacia la puerta. Este es mi adiós.
Debo decir que, al terminar de leer eso, lo primero que pensé fue que todo era una estupidez, pero las cosas que sucedieron después, me hicieron rectificar mis palabras y creo que, al igual que la señora de la carta, mis días están contados.
Escribo esto desde mi casa en el campo, no hay reflejo alguno aquí, he intentado borrarlos todos, pero siento que aun así no estoy a salvo, porque de alguna forma, ella vendrá.
Y es que, cuando recolecté la información, volví con todo ello al museo y me encargaron revisarlo por mi cuenta, cosa que hice. Lo saqué de su empaque y lo examiné con ojo crítico.
Como dije, tenía relieves y caracteres extraños en el marco, y su reflejo, el que tenía al centro y donde podía verme completamente, era totalmente oscuro, casi como una oscuridad, un agujero completamente negro.
El espejo tiene algo peculiar, su reflejo solo puede ser visto cuando te paras frente a él, si te paras unos dos metros atrás, no podrás verte ni, aunque lo intentes.
Y fue mientras revisaba esto que me di cuenta de que alguien se hallaba parado detrás de mí.
Sus ojos eran rojos, y se hallaba en la oscuridad total, y su sonrisa era macabra, de oreja a oreja, con cortes profundos en las comisuras. Su lengua era larga y goteaba unas gotas negras.
Me giré enseguida y vi que no había nadie.
Como Investigador, una de mis labores es corroborar la información, y vaya que lo hice.
Creo que mis días están contados, no sé cuánto tiempo voy a sobrevivir, pero quiero dejar en claro dos cosas: el espejo ya no está en el museo, y ya no estará disponible para nadie más.
He decidido borrar de la faz de la tierra su existencia, salvo esta prueba, y la dejo solo por una razón: para que nadie intente encontrarlo, y si por obra del destino o de la mala suerte llega a suceder, que tanto esta información como el espejo, sean juntadas y que de todas las maneras posibles se evite que alguien se refleje en él.
Esto es todo, creo que me faltó un espejo, el que estaba detrás del librero. Escucho sus pasos venir hacia mí. Por lo que más quieran, no vean nunca su reflejo.
Frunció el ceño ante lo leído. Su compañero venía de revisar la casa mientras él había estado leyendo la carta.
—¿No había nadie? —le preguntó el oficial a su compañero.
—No, ¿Por qué? —le preguntó el otro con el ceño fruncido.
—Ve y quiebra el espejo que está detrás del librero —le contestó el primero con seriedad—, pediré refuerzos y esperaremos a que llegue medicina forense para revisar el cadáver —le dijo mirando el cuerpo de un hombre con el rostro desfigurado, sin ojos, sin nariz y sin mandíbula, además de incontables heridas profundas por toda la piel.
—Quien hizo esto estaba enfermo… —le dijo el segundo oficial.
—Jum, esperemos afuera, dejemos esto a los que saben… —le contestó el primer oficial dejando la carta sobre la cama, caminando a la salida—, y, por favor, si ves algo cuyo reflejo sea oscuro, no lo veas, ¿De acuerdo? —agregó.
—Pero… ¿Qué?
—Solo ven afuera y esperemos —le dijo saliendo.
El segundo oficial tomó la carta y comenzó a leer, y a medida lo hacía, un extraño sudor bajaba por su espalda, como si alguien lo observara detrás suyo.
Y esa ha sido mi historia de terror para este 31 de octubre del año más turbio que nos ha tocado vivir. Quiero disculparme por haber estado perdido casi dos meses, una serie de problemas personales cayeron y tenía que solventar las dudas en mi mente primero para luego venir aquí con ustedes.
De ahora en más, quiero decir que estamos de vuelta.
Esto ha sido posible con la ayuda de mi amiga uruguaya Melany Duarte, a quien podrán seguir en estos enlaces de sus cuentas:
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Ella fue la de la idea, yo solo funcioné como escritor, y pues, ella es la modelo de la foto. Aquí dejaré otras cuantas de la galería.
Espero que les haya gustado y hasta luego.
También el vago de la esquina les envía un saludo.