7. En el último segundo…

Acerca de mí, Escritos Propios By Ago 12, 2023 No Comments

¡BANG! ¡BANG! ¡BANG!

Escuchó un estallido justo al lado de su cabeza que hizo que le zumbaran los oídos. Pero en cuanto se dio cuenta de ello y abrió los ojos, vio cómo una mujer y una niña ayudaban a su esposa a entrar a la casa, mientras un chico lo agarraba a él con fuerza para meterlo dentro. Y desde la oscuridad, vio cómo el responsable de los disparos, reventaba la cabeza de aquellas criaturas para dejarlas tendidas en el suelo, aprovechando el alboroto para meterse y cerrar y evitar que alguna otra de esas bestias lo viera.

La luz de la motocicleta se colaba por las hendiduras debajo y al lado del portón, arrojando claridad en aquella perpetua oscuridad. Y desde el suelo, perplejo, Marcos observó cómo aquel señor y su familia los llevaban adentro de la casa, casi metiéndolos a una de las habitaciones más recónditas de la misma, donde su hija pudiese llorar sin llamar la atención de esas criaturas allá afuera.

La pequeña pronto fue tomada en brazos por su madre. Rosa consoló a su hija mientras la niña y su madre trataban de calmarla a ella. El chico, de no más de dieciocho años, volvió al interior de la habitación con unas bolsas con agua. Tanto Marcos como su esposa bebieron y trataron de relajarse.
—Gracias… gracias… en serio, muchas gracias… —dijo Marcos intentando recobrar el aliento.
—Tranquilo, tranquilos… ¡Ya están a salvo, están a salvo! —les dijo la mujer. El señor se hallaba en la puerta de la habitación, con la vista puesta en las ventanas.
En aquella oscuridad, había apenas un atisbo de iluminación proveniente de los relámpagos y los rayos de luz de la luna que se filtraban apenas entre las grietas en las nubes. Gracias a eso Marcos pudo ver a sus salvadores un poco mejor.
—Pero… ¿Cómo llegaron allá afuera? —preguntó el chico. A ese punto, Marcos notó que todos hablaban bajo, casi en susurros, y era comprensible porqué.
Rosa intentaba calmar a su hija, quien ya se había callado y abrazaba a su madre con fuerza. Marcos, por su lado, se sentía un poco mejor, hidratado y más tranquilo como para contestar a esa pregunta.
—Intentábamos huir, eso era todo.
El señor miró a su familia y después a Marcos. Marcos y su esposa estaban sentados en la orilla de una cama.
—¿Cómo? O sea, ¿De dónde? ¿Qué fue lo que pasó? —preguntó el señor.
Marcos tragó en seco, pero en vista de que a aquellas personas les debía la vida, revivir ese momento era un precio justo. Suspiró.
—Estábamos en nuestra casa, bueno, yo estaba esperándola a ella, trabaja donde Manolo, y cuando llegó, comenzamos a alistar nuestras cosas para irnos de San Lorenzo, porque la policía llegó a sacarlos a todos de ahí, de donde Manolo…
—Sí, nosotros estuvimos ahí, bueno, mi esposa y yo —dijo el señor.
—Me parece que lo vi —contestó Rosa frunciendo el ceño, aunque nadie pudo notar eso, salvo la curiosidad en su voz.
—En fin, sigue, muchacho…
—Bien. Ella me dijo que los llegaron a sacar, pidiéndoles que se fueran a sus casas y que por nada del mundo salieran, casi lo mismo que dijeron en las noticias. Discutimos el asunto, al principio no quería, no sabía lo que podríamos encontrarnos afuera, pero… ¡Fo…! Espere…
—Tranquilo, hijo, tranquilo, ya pasó…
—Sí, lo siento, es solo que… bueno, como decía, discutimos el asunto y después de pensarlo bien, decidí irnos, decidimos irnos. Ella fue a alistar las cosas y a nuestra hija, yo fui a revisar mi motocicleta y mientras estábamos en eso, algo retumbó en la casa. Escuché a mi esposa gritar y cuando llegué al cuarto, vi a esa bestia y… pensé que moriríamos ahí, pero… no fue así, no sé por qué, pero la criatura… no se movió. Estaba estática, y la miraba a ella fijamente. Era negra, muy oscura y un líquido viscoso chorreaba de su cuerpo, y sus ojos rasgados brillaban de un color azul muy bonito…
Rosa al escuchar eso entendió el por qué se mantuvo quieta cuando aquella criatura la miraba a los ojos. Al mismo tiempo, ella notó como todos prestaban atención.
—De pronto ella movió la mano y me indicó que actuara, y cuando menos lo esperé, salió corriendo. No sé qué hizo allá afuera, porque corrió hacia el patio, yo tomé a la niña y como pude, la enganché en esta cosa —dijo señalando el arnés—. Y corrí hacia mi moto, y como esta se hallaba cerca de la puerta, la abrí y vi que ella venía corriendo a toda velocidad, en ese momento tropezó y se deslizó por el piso, justo antes de que la bestia la agarrara. Cerré la puerta, la ayudé a levantarse y nos fuimos de ahí en la moto… y así llegamos aquí.
El señor miró a su esposa y después a sus hijos.
—Bueno —dijo volteando a ver a Marcos y a su familia—. Lo bueno es que ya están a salvo, si es que podemos decir eso…
—Raúl… —replicó su esposa con cierto tono de reproche en aquel momento. Marcos supo por fin algo de sus salvadores.
—De acuerdo, de acuerdo, perdón —contestó el señor con unas sonrisas—. Ya están a salvo, fue horrible y bastante imprudente lo que hicieron, pero están a salvo.
—Gracias, señor, en serio… no sé cómo pagarle…
—Hijo, tranquilo. Con el “gracias” nos basta.
Marcos suspiró con alivio en aquel momento. Su esposa lo tomó de la mano y aquel apretón fue como una liberación de relajantes en su cuerpo.
—Por cierto, escuché que se llama Raúl.
—Ah, sí, mi nombre es Raúl.
—Mi nombre es Marcos, ella es mi esposa, Rosa, y ella es nuestra hija, Alicia.
—Un placer, Marcos —contestó el hombre estrechándole la mano en las penumbras—. Ella es mi esposa, Mercedes, y ellos son mis hijos, Joshua y Mónica.
—Un gusto —respondió Rosa en nombre de su familia.
—De acuerdo, ahora que por fin nos han contado qué pasó con ustedes, cómo llegaron aquí y quiénes son, pueden sentirse tranquilos, de momento solo nos toca a esperar…
—¿A qué? —preguntó Marcos.
—No lo sé, Marcos, pero tenemos que esperar, mirá lo que les pasó a ustedes, es verdad, corrieron con suerte, con mucha suerte, pero no creo que a nosotros nos pase lo mismo si salimos de aquí, es más, me arriesgo a decir que pudimos haber llamado la atención con nuestros actos de heroísmo allá afuera, por eso los trajimos aquí.
—¿Por qué? —le preguntó Marcos confundido.
—Bueno… —Raúl miró a su familia y luego a Marcos—. Creemos que estas criaturas perciben el ruido de alguna forma.
—¿Por qué lo dice? —Marcos y Rosa casi hablaron al mismo tiempo.
Raúl y Mercedes se sorprendieron ante eso, pero comprendieron enseguida la reacción.
—Pues… cuando se fue la luz, pudimos escuchar a esas cosas allá afuera, todos nos quedamos en silencio, quizás por instinto, y notamos que tan pronto se aseguró de que no había nada, se fue. Hemos estado evitando hacer mucho ruido por ahí y nos ha funcionado…
—¿Cuánto tiempo?
—Je, bueno, hasta que ustedes aparecieron, unos treinta minutos…
—¿Treinta minutos?
—Bueno, es mucho, tomando en cuenta que hemos estado escuchando a mucha gente gritar allá afuera, no quiero ni imaginarme cómo están esas calles…
—No quiere imaginárselo, créame —le contestó Marcos recordando los cuerpos desmembrados en las calles.
Raúl sonrió.
—Bien, entonces tratemos de no hacer mucho ruido, como dije, solo espero no haber llamado la atención de más de esas criaturas allá afuera, no creo ser el único en haber matado alguna, pero… bueno, ustedes me entienden.
—Lo entendemos —contestaron los esposos a un son.
—Mercedes ayudará a tu esposa, Marcos, mientras tanto, vení conmigo.
El muchacho miró a su esposa, apenas podía distinguirla en las penumbras, esta le tomó la mano y en voz baja le habló al oído.
—Con cuidado.
—Está bien —contestó el muchacho—. Te amo.
—Te amo —respondió ella y lo besó.
Acto seguido, el muchacho se levantó y acompañó a Raúl afuera de la habitación, dejando a su esposa con Mercedes y su hija Mónica. Joshua venía detrás de ellos.
—Dígame, ¿En qué puedo ayudarlo? —le preguntó el muchacho una vez estuvieron en la sala, lejos de las mujeres.
Raúl se acercó con cautela a una de las ventanas, intentando mantenerse oculto detrás de la pared. Observó la calle y vio que la motocicleta del joven seguía encendida, el motor estaba apagado, pero la luz continuaba iluminándolo todo. No sabía si eso podría representar un problema, pero al menos le daba un punto de vista sobre las cosas, no había ninguna bestia en la calle, salvo los cuerpos de las tres que mató.
Volvió sobre sus pasos en total silencio y se acercó a Marcos y Joshua.
—¿Qué hacía?
—Solo verificaba —respondió Raúl—. En fin, quiero que me respondás aquí, sinceramente, ¿Cómo está la cosa allá afuera?
—¿Cómo así?
—O sea, quiero saber qué tan mal está todo.
—¿En serio?
—Sí, necesito saberlo. Necesito saber a qué nos enfrentamos.
Marcos sonrió, pero no como burla, sino por nervios.
—¿Qué quiere que le diga?
—Simple. ¿Qué fue lo que viste? Contame con lujo de detalles todo lo que viste.
—¿Todo? Pero si ya le conté…
—No, ahí me contaste cómo llegaste hasta aquí, no me dijiste todo lo que viste. Yo necesito saber cómo son esas criaturas, porque, aunque las vi allá afuera, necesito más información. Cuántas son, cómo está la situación en las calles, qué ha pasado con la policía y el ejército, dónde está todo el mundo y cómo pinta el panorama en el ambiente.
—Esas son muchas cosas para contar, recuerde que yo intentaba salvar a mi familia.
—Lo sé, pero en un momento tan tenso como el que pasaste, el ser humano es capaz de guardar información más de lo que uno piensa…
Marcos suspiró cansado de solo escucharlo. Suficiente tuvo con haberlo vivido, ¿Y ahora tenía que revivir eso de nuevo? ¿Y para qué alguien como Raúl necesitaría esa información? ¿No le bastaba con saber que estaba haciendo bien el trabajo de proteger a su familia?
—De acuerdo, solo deme unos momentos para relajarme, ¿De acuerdo?
—Bien, Joshua se quedará contigo, yo tengo que ir a ver afuera cómo está la situación.
—Está bien —contestó Marcos, quedándose en compañía del muchacho, viendo como Raúl salía de la casa.
Sin lugar a dudas, aquella estaba siendo la noche más tensa e increíble de toda su vida.
Y mientras intentaba relajarse, escuchó unos pasos sobre su cabeza, justo en el techo, y el corazón se le detuvo en aquel momento.
—No otra vez… —fue todo lo que murmuró recordando a la bestia que entró por el techo de su casa.

Continuará


Autor: Danny Cruz

Revisión: S. N.

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