El claxon de un vehículo llamó su atención en aquel momento. Pronto recordó quién estaba pitando. Con rapidez, tanto él como su hermana, salieron al patio a abrir el portón para que el vehículo entrase. Desde ahí vieron las luces del mismo, las de la ciudad y el humo negro que se extendía en el cielo sobre todos ellos. Aquello no le gustó para nada.
Dejó que el auto se estacionara y cerró el portón, en ese momento, las puertas del mismo se abrieron. Y ahí vieron a sus padres.
—¿Qué está pasando allá afuera? —preguntó Joshua con seriedad a su padre.
—Vayan a alistar una maleta, nos vamos de aquí.
—¿Qué? —contestó asustada su hermana.
La mujer miró a su esposo y luego a sus hijos.
—Solo arreglen ropa para dormir afuera unas noches —dijo la señora con nervios.
—¿Qué está pasando, papá? —el chico no tenía intenciones de irse así por así.
El señor miró a su esposa y con un asentimiento de cabeza le indicó que se adelantara con la niña. La señora hizo caso y los dejó solos.
Pronto, el señor suspiró y se puso a buscar algunas cosas en el garaje.
—No sé lo que está pasando allá afuera, Joshua, y si lo supiera, créeme que estaría moviéndome más rápido. Buscá la gasolina de reserva.
—¿Por qué? —Joshua se sorprendió al escuchar eso.
—Hacelo, hijo, necesito tu ayuda en esto. No tengo idea de lo que está pasando y mucho menos me voy a quedar a descubrir qué es, ¿Entendido? Buscá la gasolina de reserva y el rifle…
—¿El rifle…?
—Sí. Y las balas también.
—Pero…
—Joshua, por favor.
El chico tragó en seco y solo obedeció a su padre.
Pronto, ambos empezaron a buscar entre las cosas del garaje un bidón con gasolina, el rifle y una pistola que 9mm que el señor tenía guardadas para protección propia. Las balas las hallaron en un anaquel en la pared y ahí también encontraron el botiquín de primeros auxilios. Y pensando que podrían necesitar algo más, alistaron las baterías para unas cuantas linternas que su padre guardaba en un cajón.
Las sirenas de policía y de los bomberos seguían escuchándose en la lejanía, así como los gritos de la gente. Joshua no entendía con claridad lo que estaba ocurriendo, pero para que su padre actuara de esa manera, era obvio que era una cuestión demasiado grave. Debía actuar a la altura de los hechos.
Una vez arreglado todo en el maletero y dejado las armas a mano, decidieron entrar para ver cómo la estaban pasando las mujeres adentro.
Joshua vio que su hermana alistaba la maleta de ella y la suya con mucho tacto, llevando solo lo necesario, como jabón, pasta y cepillo de dientes, ropa interior, desodorante y unas cuantas prendas que podrían reutilizarse sin lavar constantemente, la ropa negra servía mucho para ese fin. No sabía cuánto tiempo estarían fuera, mucho menos si todo aquello era necesario, pero en vista de que su padre no bromeaba sobre esos asuntos, tuvo que aceptarlo y ayudó a la chiquilla.
Por órdenes de su madre, Mónica arregló en unas bolsas algunos enseres enlatados, mismos que podrían permanecer intactos sin refrigeración. También, con ayuda de su hermano, guardaron uno cuantos fardos con agua, así como botellas, en el maletero.
—¿Vos creés que todo esto sea necesario?
—Ni idea, vos, pero… —el chico miró el maletero—. Visto lo visto en las noticias y tomando en cuenta que papá nunca actúa así, supongo que es más que necesario.
—Tengo miedo, Joshua.
El chico sonrió.
—Yo también —contestó, y su hermana no supo cómo reaccionar—. Pero tranquila, estamos juntos en esto, y nuestros padres están con nosotros, sea lo que sea, vamos a sobrevivir.
Mónica asintió con una sonrisa nerviosa. Joshua entendió que su comentario fue el más estúpido en el momento más equivocado. Pero no podía hacer nada, salvo actuar acorde a las circunstancias, y en aquel momento su hermana necesitaba sentirse segura, necesitaba la valentía de su hermano mayor. Solo esperaba serlo.
—¿Ya están listos? —preguntó su padre una vez salió afuera.
—Sí. ¿A qué hora nos vamos? —contestó Joshua.
El señor miró a su mujer y después a sus hijos.
—Bien, hijo, en este punto es donde pido una colaboración de todos ustedes.
—¿Qué quiere decir?
El señor suspiró.
—Las autoridades han recomendado que nos quedemos en nuestras casas hasta nuevo aviso, sin embargo, con todo lo que ha estado pasando allá afuera y, lo que creo, ustedes vieron, no sé si hacer caso a eso o irnos de aquí.
—¿Y quiere una opinión sincera? —preguntó Joshua junto a su hermana.
—Sí.
—Creo que deberíamos irnos —dijo el chico.
—¿En serio? —contestó su madre.
—Sí, ¿Cuál es el problema?
—Es que… la policía…
—Papá… no hay mejor opción que irnos de aquí, prácticamente estamos en la salida de San Lorenzo, yo opino que lo mejor sería irnos.
Sus padres lo observaron perplejos, menos su hermana. Esta lo tomó de la mano y le dio fuerzas al chico para que persistiera en su decisión. Y el señor, al ver que su hijo no iba a desistir, no tuvo más opción que aceptarlo.
—Bien, vámonos entonces.
—Vámonos —contestó Joshua.
Y en aquel momento, todo se apagó y la oscuridad reinó.
La casa de ellos era lo más parecido a una caja, si es que se le puede comparar con ello. Era rectangular, alta y extensa hacia el fondo, pero cerrada completamente. El patio trasero, tanto como el delantero, estaba protegido por un techo que cubría el garaje y parte de la entrada y el corredor principal. Es por esa razón que, en aquel momento, cuando todo se quedó completamente a oscuras, su padre les pidió que guardaran silencio haciendo el silencio característico de ello.
Y fue lo mejor que pudieron hacer, porque en aquel momento en donde no se podía ver nada, se podía escuchar todo, hasta la respiración de las personas cercanas.
Por una razón inherente a la humanidad y a cualquier especie de la tierra, Joshua tomó a su hermana de la mano y se agachó con ella, poniéndola rápidamente tras la espalda, acercándose lo mayormente posible al automóvil. Sus padres, que no podían ver, de alguna forma se las arreglaron para llegar hasta ellos. Y en medio de aquel silencio sepulcral, escucharon un sonido que jamás olvidarían.
¡GRRRRRRR!
Fue como un ronroneo, salvo que más grave y muy prolongado, como si se tratase de la respiración de alguna criatura grande y salvaje afuera de su casa.
—Voy a agarrar la pistola… —le dijo su padre a Joshua al oído.
El chico casi pega un grito del susto, pero su padre lo calmó. Joshua pudo sentir como su hermana y su madre se abrazaban la una a la otra y se tapaban las bocas para no emitir sonido alguno.
Como pudo, el señor activó el arma para disparar en caso de cualquier cosa.
De pronto el silencio se había vuelto aterrador, tan atemorizante, que hasta la respiración sentía que les ofendía en aquellos momentos. La criatura, o lo que sea que había del otro lado del portón, seguía emitiendo aquel ronroneo. Ninguno de ellos podía verla, o verlo, pero sabían que estaba ahí, y no pintaba para nada bien. El corazón les latía con fuerza y podían hasta escuchar la sangre corriéndoles por las venas.
De repente, un grito desgarrador se escuchó en alguna parte del barrio, muy lejos, y lo que sea que estaba del otro lado, retrocedió del portón, bufó como un toro y corrió sonando sus pasos en el pavimento. Joshua pudo sentir unos pequeños temblores cuando escuchó que aquella cosa se alejaba de su casa.
Su padre, que parecía ser una persona con más valor, se movió en cuclillas por el lugar hasta llegar al portón y se asomó con cautela por la rendija que se formaba entre el portón y la pared. Había una leve iluminación de la luna y de algunos relámpagos. Y temiendo encontrarse algo, aguantó la respiración. Aguardó unos segundos ahí, manteniendo el cañón de la pistola fijo hacia el exterior.
El silencio era constante.
No había siquiera movimiento de las ramas por el viento, porque no había viento.
Incluso no había truenos.
Todo era absolutamente silencioso.
Sin embargo, pasados unos segundos, el señor no vio nada en la calle más allá de lo antes mencionado. Y, sin dejar de mirar, se apartó de ahí y suspiró por lo bajo.
Se agachó nuevamente y volvió sobre sus pasos hasta su familia. Cuando se reencontró con ellos en la oscuridad, Joshua parecía estar armado y su mujer y su hija tenían un hacha y un machete, respectivamente. Su hijo tenía el foco, el señor lo tomó y guardando que este no delatara sus posiciones tan pronto se encendiera, les pidió a todos que entraran al carro con cuidado.
Segundos después y con las puertas aseguradas, todos estaban en el interior.
—¿Qué hacemos ahora, papá? —preguntó Joshua cuando la luz del foco los iluminó en la oscuridad.
Su padre suspiró, pidiéndole con señales que bajara un poco la voz.
—Bien, en este momento, creo que lo mejor será esperar un poco.
—¿Esperar un poco? —reaccionó el muchacho.
—Sí, es lo mejor que podemos hacer ahora. Escuchaste cómo le hacía esa cosa, ¿Va? Eso no era jugando, Joshua, quién sabe qué putas era eso, y lo que es peor, lo que es capaz de hacer. No voy a exponer a tu hermana y a tu madre a eso.
—¿Y entonces qué vamos a hacer? ¿A quedarnos aquí y esperar a que esas cosas vengan?
Su padre lo miró con seriedad y después les devolvió una mirada de disculpa a su mujer y a su hija.
—Mirá, hijo, entiendo bien tu miedo, tu pánico, pero tampoco podemos arriesgarnos así por así —suspiró, al parecer, intentaba calmarse él también—. Pero hasta donde sé, o sabemos, allá afuera hay un peligro terrible. ¿Escuchaste el grito? Quién sabe qué pobre diablo murió ahí, por cómo se escuchó esa criatura del otro lado, no creo que sea algo fácil de exterminar, y tampoco creo que tengamos el valor de hacerlo en cuanto la tengamos cerca.
¡AAAAAAAAH!
—Escuchá —el señor intentó mantener la calma mediante respiraciones—. Entiendo bien que te querás ir de aquí, yo también quiero hacerlo, pero en cuanto abramos esa puerta, quien sabe lo que nos vamos a encontrar, lo más seguro es que la muerte… mierda…
—Tranquilo, amor —le dijo su mujer, tocándolo en el brazo.
El señor solo sonrió.
—Gracias. Solo debemos esperar, Joshua… —miró a los dos—. Perdónenme, hijos, pero… es lo mejor que podemos hacer, esperar, esperar una oportunidad.
—¿Cuál sería esa oportunidad?
El señor miró a cada uno de sus miembros familiares y con seriedad les habló.
—Algo que nunca se olvida y se perfecciona con el tiempo, es lo que te enseñan en la academia, y quizás esto no les parezca lo mejor, pero tendremos que aprovechar el caos que se forme en unos minutos o en unas horas.
—¿Cómo así? —preguntó Mónica.
—Por lo que veo, ya están en esta salida, y por lo que puedo deducir, ni la policía y mucho menos el ejército ha podido hacer algo, así que, no hay que arriesgarse, es verdad que estamos a unos cuantos metros de la salida, solo es tomar la calle, conducir hasta la carretera y acelerar a todo lo que da, pero… si ya los escuchamos afuera, ¿Qué me dice a mí que no nos estarán esperando tan pronto se abra ese portón?
—Bueno, en eso tenés razón —dijo el chico.
—Por eso hay que esperar, Joshua, y necesito que estés conmigo aquí, por favor, no solo pensés en vos, pensá en tu hermana, en tu madre, y tratá de mantener la calma, no puedo con todo yo, no puedo…
Joshua tomó un respiro y suspiró.
—De acuerdo, trataré de mantener la calma —en ese momento quiso echar un vistazo afuera, pero no se podía ver absolutamente nada—. ¿Entonces nos vamos a quedar aquí en el carro toda la noche?
—Yo… creo que sería lo mejor —dijo su mamá—. Tomando en cuenta todo lo que está pasando, si queremos reaccionar lo más rápido posible, lo mejor sería quedarnos aquí.
—Pero entonces habrá que apagar el foco, no podemos gastar baterías solo porque sí.
—Cierto —su padre hizo caso a la sugerencia de Joshua y apagó el foco.
—¿Bajamos un poco las ventanas?
—Sí, para no morirnos ahogados —le contestó el señor a Mónica.
Con cuidado, ambos bajaron las ventanas un poco de cada uno de sus lados.
—Nunca pensé que nos encontraríamos en una situación como esta —dijo Joshua.
—Jum, cuando vives lo suficiente como yo, te esperas cualquier cosa de la vida.
—¿Te esperabas algo así? —le preguntó el chico a su padre.
Su padre sonrió. Pese a hablar con claridad, no levantaban mucho sus voces.
—Realmente no, esto es completamente nuevo para mí, pero… solo estoy siguiendo mi instinto.
—Es una suerte que estés aquí.
—Una bendición diría yo —dijo la niña secundando a su madre.
—Gracias a Dios estoy con ustedes —el señor suspiró—. Solo tocará esperar, ¿De acuerdo?
—¿Y cómo haremos para salir? Pregunto, para cuando toque hacerlo —dijo Joshua irrumpiendo violentamente en los pensamientos de su padre con una pregunta severa en un tono tranquilo.
El señor sonrió y se quejó con una expresión que agradeció que nadie pudiese ver.
—En su momento, yo te voy a decir qué vamos a hacer, ¿Está bien?
—Está bien, señor.
—Listo. Ahora guardemos la calma y quedémonos en silencio, y una cosa les voy a pedir.
—¿Qué? —preguntaron todos al unísono.
Tomó un respiro para decir aquello. Sabía que sería difícil, lo más difícil de todo hasta ese momento, pero debía hacerlo, y aunque era algo para lo que personas como él se entrenaban, no podía salir de su casa sin siquiera explicarles eso.
—Escuchen, en este momento estamos pasando algo terriblemente mal, y en cierta forma agradezco ser quien soy y saber lo que sé, aunque en otro tiempo me lamentara por las cosas que hice, pero sí me gustaría pedirles, aunque sé que para eso uno se entrena psicológicamente, que pase lo que pase y escuchen lo que escuchen, por favor, no emitan ningún tipo de ruido, ¿De acuerdo?
—Pero…
—Joshua, por favor, necesito que me seás fiel en esto.
El chico, aunque se hallaba en la oscuridad, pudo sentir la mirada fría y seria de su padre. Y a eso no pudo decirle que no.
—Está bien. Lo haremos así —contestó el chico.
Sintió un apretón en su mano izquierda y supo que se trataba de su hermana.
—Vamos a estar bien —le dijo la niña—. Por favor, no me sueltes.
Continuará…
Autor: Danny Cruz
Revisión: S. N.