4. Corre

Acerca de mí, Escritos Propios By Ago 06, 2023 No Comments

Pasó un segundo, luego dos y después tres, y entonces…

¡GRRRRRRRR!

¡GROAAAAAAAAAR

¡AAAAAAAAAH!

¡Bang! ¡Bang! ¡Boom!

Y Miguel pedaleó lo más rápido que pudo.

Pasó frente a la gasolinera Ruta 15, la cual había encendido sus luces gracias al sistema de emergencia de la planta eléctrica. Sin embargo, las alarmas en su cabeza le gritaron que no debía, por ningún punto, quedarse ahí, que debía seguir y pedalear como si su vida dependiera de ello.

Se alejó a toda velocidad y pronto descubrió por qué tuvo aquel presentimiento.

Unos gritos desgarradores y luego unos rugidos vinieron de la gasolinera y todo quedó a oscuras nuevamente, incluida la TEXACO que estaba al otro lado de la carretera, de ahí provinieron unos ruidos extraños que por poco y le congelan la sangre.

Pronto, todo el lugar a oscuras, apenas iluminado por la luz de las estrellas que estaban siendo cubiertas por las nubes, fue invadido por gritos, ronroneos y rugidos. Era como la banda sonora de una película de terror, y lo que era peor, él era el protagonista.

Avanzó hasta el desvío de INFOP, o eso distinguió en la oscuridad, continuó hasta la PEPSI y pasó frente a la SULA hasta llegar casi frente al extinto Hotel Puerto Real, donde se detuvo al ver que ahí si había energía.
Echó un vistazo hacia atrás y notó la diferencia, la gran diferencia en el ambiente. De su lado había luz, del otro lado, detrás suyo, o de donde vino, la más completa y aterradora oscuridad. Y lo que era peor, una extraña y súbita atracción que apareció en su interior, como si esa negrura lo llamara. En ese momento notó también algo completamente extraño, no había ruidos, lo que sea que causaba los gruñidos, rugidos y ronroneos, incluso los gritos, ya no estaba, todo era silencio.

Y escuchó el claxon de un automóvil.

Volvió en sí y giró su vista atrás, dándose cuenta de que no estaba solo, había decenas de vehículos detenidos en la carretera, con sus conductores afuera, observando la oscuridad que él también presenciaba. Y entre toda esa gente estaba la conductora ebria de hacía un rato. Aunque se sintió raro al pensar así de ella.

—¡Hey, usted! —le gritó Miguel a la muchacha al verla.

Ella estaba afuera del carro, sentada en la mediana del bulevar. Se abrazaba a sus piernas y lloraba. Sin embargo, al verlo, un brillo extraño apareció en sus ojos.
Miguel corrió hacia ella y se agachó para hablarle.

—Son del diablo, son del diablo, son del diablo… —sollozaba la muchacha.

Había gente a su alrededor, pero la mayoría estaba enfocada en la oscuridad delante de ellos. Era como una cortina, como si hubiese una división o una pared que no dejaba pasar la luz al otro lado.

—¿Qué está pasando? ¿Qué es lo que hay al otro lado? —preguntó alguien entre el grupo de personas. Miguel las miró y no dijo nada, solo quería preguntarle algo a la chica.
—¿Qué fue lo que vio? —fueron sus palabras.
—Son del diablo, son… son… son demonios —contestó la joven mirándolo a los ojos a Miguel.
—¿Qué…?
—¿Qué dijo?

Dijeron algunas personas junto a ellos, pronto, el terror y la confusión se apoderó de la gente. De un momento a otro y sin darse cuenta, Miguel vio como muchas personas salían de sus casas a orillas del camino para ver lo que estaba sucediendo al otro lado. No había policías ni ejército, solo civiles.

—¿Qué fue lo que vio, señorita? —se dirigió Miguel de nuevo a la joven.
La chica, con el miedo latente en sus ojos, tomó al chico de la camisa y lo atrajo hacia ella.
—¡Son demonios! —repitió con lágrimas, ira y mucha confusión en sus ojos.
—¡MIREN, MIREN!
Todos vieron la oscuridad, hacia donde alguien señaló y notaron del otro lado, como queriendo pasar hacia la luz, unas extremidades largas, negras y goteando un líquido parecido al alquitrán.
—¡CORRAN! —gritó la chica a la que Miguel se había dirigido, y es que, tan pronto vio esas cosas, se subió al auto y trató de encenderlo.
Miguel se puso de pie y observó cómo algunas personas se acercaban lentamente a la oscuridad para hacer quién sabe qué con aquellas cosas saliendo de ahí.
—¡Suba! —escuchó que alguien le gritó, y en cuanto miró a su izquierda, supo que se trataba de la chica. El auto ya estaba encendido.
—¿Qué?
—¡SUBA YA!

Y antes de pensar en subir, aquellas extremidades agarraron a las personas más cercanas y las arrastraron a la oscuridad. Los gritos de los que estaban cerca trajeron de vuelta a Miguel al mundo real y de un salto se metió al vehículo de la joven, esta, en mitad del caos que se formó para tratar de huir de ahí, logró salir casi intacta del tumulto de personas y automóviles que intentaba escapar.

Pronto, la oscuridad se quedó detrás mientras ellos conducían a toda velocidad por el bulevar, pasando frente a la Ferretería Herco, la Escuela Rey Alfonso, Hotel Lin Fan, hasta llegar frente al Unicentro, donde una fila de vehículos en ambos lados del bulevar, hacía fila para avanzar.

—¿Qué es esta mierda? —gritó la joven tras ver lo sucedido.
—Creo que todo mundo está queriendo irse de aquí —dijo el chico mirando por el retrovisor.
—¿Pero en los dos lados de la carretera?
—Creo que ya todos se dieron cuenta de lo que está pasando —contestó Miguel.

El chico miró por la ventana como algunas personas corrían por las calles hacia sus casas, mientras otros cerraban y ponían todos los pasadores habidos y por haber para evitar que algo se metiera. Supuso que incluso sabían qué era lo que había allá afuera.

—¡¿Y ahora?!
—Vamos a tener que correr.
—¡¿Qué?! ¿Acaso no vio lo que hicieron esas cosas? Si salimos de aquí, nos van a matar…
—Pero si nos quedamos aquí, es más seguro que eso pase antes de tiempo… —soltó el muchacho intentando mantener la calma.

La muchacha miró a Miguel y no dijo nada, en cambio, asintió y se agarró al volante, lloró.

Miguel la dejó un momento así mientras pensaba qué hacer, ¿A dónde podía ir en un momento así? ¿Podía ir a su casa? ¿Debería hacerlo? ¿Realmente estaría a salvo ahí? ¿Por qué había algo en él que le decía que no debía huir a su casa? ¿Por qué sentía que, si se quedaba, la pasaría terriblemente mal? Suspiró cansado, era demasiado para pensar y muy poco tiempo para tomar una decisión tras analizar todas las opciones. Pero, ¿Qué era lo mejor que podía hacer en ese momento?

¿Volver a casa? ¿Eso era lo mejor? ¿Lo era realmente?

Y luego de ver que la fila de automóviles avanzaba lentamente y que había mucha gente corriendo por ahí, supo que quizás lo mejor era eso, no quedaba de otra.
—Vámonos por aquí —dijo Miguel de repente.
—¿Qué? —contestó la chica levantando la cabeza del volante.
—Gire aquí y sigamos derecho —respondió Miguel señalando la calle pavimentada junto al Unicentro, la entrada hacia la Colonia Obrera.
—¿Y ahí?
—Es un atajo —dijo el chico.
—¿Hacia dónde?
—Para salvarnos —contestó.
Y sin más que decir, responder o hacer, la chica tomó las indicaciones de Miguel y se adentró en la calle pavimentada.
Al parecer, no fueron los únicos tomando esa decisión. Miguel se preguntó de dónde salieron tantos carros y tanta gente en ellos. Como pudieron, atravesaron la calle y llegaron hasta el final, donde giraron a mano izquierda, siguieron por una calle de tierra y después giraron a mano izquierda otra vez, yendo por una calle pavimentada, pero en mal estado, pasando frente a la estación de bomberos.

Estaba oscuro, pero había unos cuantos faroles que iluminaban la zona a medias, además de las luces de los vehículos que salían de ahí.

Ambos vieron que en la estación no había camiones ni personas, todos salieron de ahí a ayudar.
—No iremos hasta la carretera.
—¿Y entonces?
—Vamos a ir por aquí —dijo Miguel señalando la primera cuadra a mano derecha.
—¿Hacia dónde vamos?
—Por el camino menos transitado para llegar más rápido.
—¿A dónde?
—A mí casa.
—¡¿Y por qué quiere que vayamos a su casa?!
Miguel sonrió, aunque ni él mismo supo qué significaba eso.
—Solo quiero pasar llevando algo antes de irme de aquí.
—¿Irse de aquí?
—Algo me dice que no debemos quedarnos en este lugar —contestó el chico poniendo seriedad en cada una de sus palabras.

Continuará…


Autor: Danny Cruz

Revisión: D. C.

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