26. El precio a pagar

Acerca de mí, Escritos Propios By Oct 01, 2023 No Comments

—Él nos pidió algo a cambio.
El soldado al escuchar eso, no hizo sino fruncir el ceño y cubrirse el rostro con su diestra, vaticinando lo peor.
—¿Qué les pidió?
—Si entiendes la naturaleza de la agencia, ¿Verdad?
El soldado suspiró.
—¿Qué les pidió?
La jefa miró a su diestra, a la chica de anteojos, quien asintió sin nada más que hacer. La jefa suspiró, resignada a todos los hechos, los cuales el soldado desconocía.
—Anoche, cuando les pedí que lo liberaran para encargarse de la situación en San Lorenzo, El Ente pidió tener una conversación exclusivamente con uno de los agentes de alto rango, esa noche solo estaba yo, nadie más, y La Alta Mesa no iba a hacerse cargo de algo así, no cuando sus pensamientos estaban destinados al Reinicio, en fin, que pide hablar con alguien que diera las ordenes, y me toca presentarme ante él, y como sabes, no es una mente con la que sea sencillo conversar, no después de saber su naturaleza…
—¿Entonces…? —el soldado ya quería ir al grano.
—En fin, que hablo con él y le cuento lo que estábamos pasando, al principio se mostró incrédulo, o cómo diría él, desconfiado, ¿Y quién no? Si después de todo “cedió” ante unos seres simples luego de que estos lo engañaran de la manera más inocente posible. Pero después de dejarlo ver en mi mente, sin siquiera consultármelo, accedió a hacerlo con una condición a cambio.
—¿Cuál, mujer? Hablá.
La jefa suspiró.
—La tierra queda a la deriva…
—¿Qué? ¿Cómo así?
La jefa sonrió.
—Estamos a la deriva, Henry, no hay más, solo somos nosotros a partir de ahora. El poder se ha perdido, como en la línea 3, 21, 85…
—¿Tanto así?
—Tanto así.
—Entonces…
—Logramos salvarnos de un reinicio, pero, a partir de ahora, ya no podemos salir de aquí, solo somos nosotros, estamos fuera, completamente…
Henry, el soldado, sonrió.
—¿Y por qué te reís? —le preguntó su jefa. La chica de anteojos frunció el ceño, pero después de unos segundos, pareció comprender lo que el joven estaba haciendo.
—Entonces no es tan malo.
—Pero entendés las consecuencias de todo eso, ¿Verdad?
—¿Y usted, señora? ¿Usted entiende lo que hemos ganado con eso?
—¿Ganado?
—Somos libres.
La jefa sonrió.
—No, Henry, no somos libres, porque en el gran esquema de las cosas, una línea desconectada, no es más que una realidad sin contacto con todo lo que habita en La Bodega, y al no tener contacto con todo eso, básicamente no tenemos a nadie que pueda ayudarnos en caso de que algo malo pueda suceder…
—¿Y por qué habría de pasarnos algo malo?
—Pues, El Ente es lo único que ahora puede habitar en este espacio —dijo la mujer sin más.
—¿Cómo? A ver…
—Sí, Henry, si El Ente quiere volverse loco un día por todo lo que le hizo La Bodega, no hay nada que pueda salvarnos de eso.
—Pero…
—Vaya negociantes los que somos…
—¿Y dónde estamos?
—En un cuartel improvisado, tuvimos que sacarte de ahí en cuanto El Ente arregló todo.
—¿Y qué hay de la gente?
—Sobrevivieron.
—¿Y no recuerdan nada?
—Al parecer no.
El hombre suspiró.
—¿Entonces estamos salvados a la mitad?
—No, estamos condenados.
Henry sonrió.
—Al menos nadie sabrá lo que pasó, ¿Verdad?
—Al parecer, no.
—¿Y qué hacemos entonces? ¿Qué es lo que procede con todo lo que sucedió?
La jefa suspiró.
—Pues, tomar nota de todo lo sucedido, hacer un informe y entregarlo al Consejo.
—¿Y La Alta Mesa?
La jefa sonrió con sarcasmo.
—Ellos salieron de este espacio.
—Pero… ¿Cómo? Se supone que somos una línea desconectada.
—Y, aun así, ellos pudieron salir de aquí, así de malditos son. Pero, en fin, no es tiempo de llorar sobre la leche derramada, hay que preparar las cosas. Desayuná y descansá un poco, después quiero que me pasés todo lo que pasó ahí adentro, lo necesito para escribir el informe.
—De acuerdo…
La mujer se levantó de la silla y salió de la carpa, dejando a Henry en compañía de la chica de anteojos y otro muchacho. La chica de anteojos se acercó a él y se sentó en la orilla de la camilla.
—¿Cómo estás? ¿Cómo te sentís?
Henry suspiró.
—He estado mejor, pero no importa, al menos estoy a salvo, pude verte una vez más.
La chica sonrió.
—Tonto, pero muchas veces te pusiste en riesgo de forma innecesaria.
—Necesitaba saber lo que había ahí adentro.
—¿Y pudiste verlo?
Henry sonrió.
—Eso es más de lo que la mente humana puede soportar, Rebeca.
—Pero…
—Por suerte, no todos somos humanos, ¿Verdad? —le preguntó mientras le guiñaba, Rebeca, la chica de anteojos, sonrió y meneó la cabeza con tranquilidad.

“…en otras noticias, el incendio de San Lorenzo sigue dando de qué hablar luego de que las investigaciones apuntaran a que todo debió ser el producto de un ataque terrorista, sin embargo, todavía no sabemos a qué se debería el ataque, puesto que la pequeña ciudad-puerto al sur de Honduras, no es ni de lejos, un objetivo estratégico para este tipo de cosas como lo han sido algunas ciudades que han sufrido este tipo de atentados. Las autoridades siguen investigando el asunto, encontrándose cada vez más con más oscuridad que otra cosa. Hasta el momento, lo que se sabe es que comenzó en la gasolinera La Estación que se halla a la altura de la Colonia La Flor, salida hacia Tegucigalpa y que, quizás, por la gasolina y algunos otros factores, este se extendió por las líneas y después se propagó por las casas y demás. Para algunos, esta explicación no parece tener mucho sentido, sin embargo, es la más probable para todo lo que pasó la noche anterior en la pequeña ciudad. De momento, es lo que se tiene, pero nuestro reportero en el lugar nos dará más detalles, además de preguntar a la gente cómo es que se vivieron las horas tensas del siniestro…”

—Entonces, ¿Fue un incendio? —preguntó Marcos sentado frente a una mesa redonda.
—Según ellos —contestó Raúl, frente a este, del otro lado de la mesa. A su lado estaba Mercedes, su esposa, y junto a Marcos estaba Rosa, su esposa.
—¿Y lo fue?
—¿Es en serio esa pregunta, Marcos? —consultó Mercedes luego de darle un sorbo a su jugo.
—Bueno, solamente pregunto, es que, después de todo lo que vivimos, a veces siento que pudo haber sido una pesadilla horriblemente larga.
—Jum, ojalá hubiese sido eso —respondió la mujer.
—Pero, ¿Qué hacemos ahora? Al parecer, la gente en San Lorenzo no recuerda nada de lo sucedido, miren —dijo Rosa señalando la televisión.

“…sí, está pijiado el asunto, es que fue de repente, hubo explosiones, parecían bombas, yo creí que nos estaban atacando como en las películas, jo, hasta le dije a mi mujer que se metiera bajo la cama, porque era un vergueo por todos lados, había gritos y de todo… lo bueno es que a nosotros no nos afectó el incendio, pero hubo otra gente que, si la pasó peor, algunos hasta quedaron sin casas…”

—No jodás… como si nada hubiera pasado —soltó Raúl sorprendido.
—Sí, como si nada hubiese pasado —dijo Marcos.
—Pero… nosotros sabemos lo que pasó ahí, nosotros sabemos lo que pasó ahí, ¿Verdad? Nosotros lo vivimos —contestó Rosa preocupada, sintiéndose extraña.
—Sí, amor, nosotros lo vivimos.
—¿Y entonces qué hacemos? ¿Lo vamos a dejar así por así? —le preguntó Rosa a su esposo.
—Nos tomarían por locos si decimos algo, nos van a tomar por locos —contestó Marcos frunciendo el ceño.
Si querés respuestas, ya sabés donde mirar…
Aquella frase apareció en su mente de repente mientras todos discutían acerca de lo que podían o no podían hacer respecto al incidente de San Lorenzo, y es que, para ellos, todo fue muy real, tan real que no podía quedarse así por así, alguien debía darles una respuesta. Y ahí estaba, justo en el bolsillo derecho de su pantalón. Todos hablaban entre sí, Joshua cuidaba de su hermana y de la hija de Marcos y Rosa afuera en los juegos del pequeño restaurante; y Raúl fue quien se fijó en lo que Miguel estaba haciendo. Y es que, después de toda una noche de ajetreo intenso y sin dormir, Miguel y Regina habían sido los únicos que se quedaron en silencio en la mesa, tanto que ni siquiera recordaban que ellos estaban ahí.
—Esperen…
—¿Qué?
—¿Qué pasa? —preguntaron las mujeres.
Las tres miraron a Raúl y luego, siguiendo su mirada, vieron a Miguel, quien se sacaba una Micro SD del bolsillo y la ponía justo encima de la mesa.
—¿Y eso qué es? —le preguntó Raúl al chico.
El joven, quien guardó silencio todo el rato, ya que no tenía ganas de hablar, por fin se vio en la necesidad de hacerlo.
—Algo que, creo, nos dará las herramientas para hablar de esta noche al mundo…
—¿Qué?
—¿Recuerdan al soldado que nos ayudó hacia el final en nuestra huida?
—Sí, es cierto, ¿Qué habrá pasado con él? —preguntó Raúl, quien era el que le hablaba con más confianza debido a lo sucedido.
—Pues, no lo sé, pero ahora que lo recuerdo, en ese momento, cuando me despedí de él, me dio esta memoria y me dijo que, si quería respuesta, ya sabía dónde mirar…
Todos, absolutamente, abrieron los ojos como platos.
—¿Estará grabado todo lo que pasó anoche ahí?
—No lo sé —le respondió Miguel a Regina.
—Pero, ¿Qué es lo que habrá ahí entonces? —le preguntó Marcos.
—No lo sé —sonrió—. Estoy igual de confundido que ustedes, lo único que sé es lo que me dijo el soldado…
—¿Será que quiso ayudarnos?
—¿Vos creés? —le preguntó don Raúl a su esposa.
—No lo sé, decime vos, porque por la pinta que tiene todo esto, se me hace que hay más cosas turbias sucediendo aquí…
Miguel tomó la memoria y la miró con detenimiento, luego miró a los demás, incluida Regina, quien le sostenía la mano.
—Bueno, quizás sea hora de descubrir lo que pasó anoche y por qué decidieron borrar ese conocimiento del mundo —dijo el chico con una sonrisa.

Mientras tanto, luego del desayuno y del descanso, Henry, el soldado, salió de la carpa y se encontró con una ciudad calcinada, tal y como si hubiese sufrido un incendio terrible. Miró el cerro y no había rastros de lo que pasó, ni siquiera el cielo tenía pinta de haber albergado a una criatura cósmica. Asintió despacio y se cruzó de brazos, y en ese momento recordó a las personas a las que ayudó a escapar la noche anterior. Sonrió al pensar que, tal vez, si había gente que tuviese recuerdos de esa fatídica noche, y lo que era mejor, recuerdos de los cuales tenían pruebas suficientes. Sin embargo, tal y como había dicho su jefa, en el gran esquema de las cosas, ¿Qué importancia tenía eso si ahora estaban a merced de una criatura que era capaz de destruir al mundo con solo un suspiro?
Sonrió.

No había de otra, solo debía soportar la tormenta que se avecinaba. Esperaba que, al menos, esos sobrevivientes supiesen usar esa información como era debido, después de todo, ya no sabía qué esperar de la vida, como bien aquello podría causar un gran revuelo por la información liberada, también podría ser el material de origen para alguna historia escrita.

En ese momento su jefa lo llamó con un grito.

Suspiró. Debía volver al trabajo.

¿Fin…?


Autor: Danny Cruz.

Revisión: E. N.

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