¡GROOOOAAAAR!
Tan pronto escuchó eso, sabía que debía darse prisa y correr.
Los árboles a su alrededor comenzaron a derrumbarse cuando la tierra tembló y pequeñas grietas se abrieron en el suelo, estas pronto se hicieron más y más grandes, convirtiéndose en verdaderas zanjas en el suelo. Como pudo, saltó y sorteó el camino entre todas ellas mientras, debajo y en las sombras, entre los escombros; podía escuchar a las criaturas saltar y correr en todas las direcciones, buscándolo.
Él sabía que ellas notaron su presencia, sabía que ellas sabían que él estaba ahí, por lo tanto, no podía quedarse quieto y debía llegar hasta ahí, a la boca de la montaña, desde donde vio salir aquel tentáculo, pero, ¿Qué haría al llegar? No creía encontrar lo que estaba buscando, no ahí, y de hacerlo, aquello ya no era como lo fue en un principio, ahora era diferente, más grande y más fuerte, ¿Qué fue lo que hicieron?
Siguió subiendo por la ladera del cerro. El objetivo estaba relativamente cerca, sin embargo, con aquellas grietas en el suelo y los árboles por doquier, era difícil subir con rapidez. Como pudo, saltó una zanja y se agarró de una pared, al parecer, el suelo también se había levantado en algunas partes. Escaló y llegó arriba, desde donde pudo observar más de cerca el cerro desde el cual salió el tentáculo.
Era una cadena montañosa que dividía una buena parte del municipio. Esta cadena también se dividía en pequeñas secciones, siendo dos las principales, la que estaba detrás y la más alta, que alcanzaba hasta los seiscientos metros de elevación, y la frontal y más pequeña, de unos cuatrocientos metros, y donde la alcaldía había decidido poner, desde hacía mucho, unas grandes pilas con las que abastecían de agua a la ciudad. Este cerro tenía cuatro puntas, en las dos de la izquierda, se hallaba las pilas, en la del extremo derecho, había una antena de la compañía Claro, pero en la que se hallaba junto a esta, al centro, no había nada, salvo un pequeño árbol de jícaro, que, a la luz de los relámpagos rojos, tenía el aspecto de una criatura tétrica en la cima. En ese cerro es donde salió el tentáculo, desde ahí se dispararon los rayos al cielo y ahí es donde él quería llegar. Y la pregunta era simple, ¿Podría hacerlo antes de tiempo? Y es que, según su reloj, faltaban una hora y cuarenta cinco minutos para el amanecer.
No sabía con exactitud lo que pasaría una vez el sol comenzara a salir, lo único de lo que estaba seguro, es que debía darse prisa.
Se hallaba justo debajo de ese cerro. Tomó un sendero que lo llevó por las faldas de la montaña hasta quedar a pie del cerro, pero una vez estando ahí, el temblor ocurrió y ahora se hallaba casi escalando en algunas zonas. Detrás de él y en las tinieblas, las criaturas se peleaban por encontrarlo. No entendía cómo se dieron cuenta de su presencia, lo único claro es que debía poner distancia entre ellos.
Le tomó unos cuantos minutos llegar hasta las faldas de la montaña, desde donde pudo observar con un pequeño vistazo, el perfil de la ciudad. Era una vista terriblemente hermosa. Era como un paisaje dantesco casi calcado del infierno bíblico. La luz roja proveniente de los relámpagos bañaba la ciudad, y con esta se podía alcanzar a ver las columnas de humo que se elevaban a los cielos desde aquellos lugares en llamas. Momentos antes no lo había notado, pero ahora que su enfoque estaba ahí, pudo escuchar los gritos y lamentos de la gente a lo lejos. ¿Qué demonios hicieron? ¿Qué fue lo que desataron en esa pequeña ciudad y por qué toda esa gente tenía que pagar esas consecuencias?
¡GROOOOOAAAAAAR!
Aquel rugido lo sacó del trance y volvió la vista al pie del cerro, ahí, como olfateando el lugar, se hallaba una criatura parecida a un centauro, solo que su parte superior tenía la forma de un pulpo y su cabeza tenía diez ojos. Con rapidez y agilidad, el soldado saltó de una pared a otra y subió hasta ocultarse detrás de una roca. La criatura volvió la vista hacia el cerro, como si hubiese notado movimiento ahí, pero luego de esperar unos segundos y no encontrar nada, siguió su camino. El soldado se asomó por la roca y la vio avanzar más allá, entre los matorrales.
Se ocultó tras la roca y suspiró. Era la misión más suicida en la que había estado, sin duda alguna, después de eso pediría vacaciones. Miró hacia arriba y vio humo salir de la boca de la gruta por la que salió el tentáculo. No entendía lo que estaba pasando ahí adentro, ni siquiera alcanzaba a imaginarlo, pero si estaba seguro que no era algo bueno, no era nada bueno. Suspiró y miró su reloj, aunque no sabía si eso tenía algún significado ya, a esas alturas, dudaba mucho que cumpliera con el tiempo.
Los relámpagos rojos seguían iluminándolo todo, su cansancio era notable por donde se le mirase, y su miedo mucho más, sin embargo, tenía que sacar valentía para afrontar aquella situación, después de todo, había una razón por la cual volver: Ella, y si lo hacía todo bien, podía estar entre sus brazos otra vez. Así que, con otro suspiro y una frase motivacional para sí mismo, tomó valor y tras percatarse que ninguna otra criatura se hallaba por ahí cerca, se puso de pie y continuó subiendo.
Tardó algo más cercano a la media hora para llegar a la cima, pasando por otro par de grietas. Sin embargo, estaba ahí, a pocos metros del lugar. En ese momento, se giró y se quedó tendido en la tierra, estaba cansado. Desde ahí pudo ver el cielo rojizo por los rayos y cómo aquellos tentáculos se movían lentamente sobre las nubes. Era una completa pesadilla, pero debía darse prisa.
Volvió a ponerse en pie y con ayuda de sus manos, terminó de escalar, llegando así hasta la entrada de la gruta, desde el lugar del que fuesen disparados los rayos y de donde saliera el tentáculo que hizo temblar al mundo. Se paró en la entrada, sudaba copiosamente y respiraba con dificultad, pero estaba ahí, por fin estaba ahí, y no daba crédito a lo que sus ojos miraban.
¿Qué era eso?
En ese momento, una luz vino desde el interior.
Abrió los ojos y lo primero que vio fue el cielo rojizo y relampagueante, lo segundo, esas extrañas criaturas sobre sus cabezas, moviéndose como gusanos gigantes. Sin embargo, algo le hizo creer que aquello podía ser otro sueño, uno como el que su esposa había tenido. De pronto sintió un dolor punzante en la pierna y eso lo hizo salir de su trance. Bajó la mirada y se vio a sí mismo bajo una pared. Enseguida y casi por el impulso de la adrenalina, levantó la pared y salió de ahí para buscar a su familia. Había dos o tres paredes en pie todavía, el resto había caído. Intentó recordar lo que pasó, pero solo alcanzaba a sentir dolor de cabeza.
Como pudo, anduvo entre los escombros sin hacer ruido alguno y se detuvo en un pedazo de techo al escuchar una respiración áspera y lastimosa del otro lado. Desesperado, rodeó el escombro y con mucha fuerza, levantó el techo del suelo y descubrió los cuerpos de su esposa y de su hija. Tiró el pedazo de pared hacia el otro lado y se agachó con rapidez sobre su esposa y su hija. Ambas tenían polvo sobre sus rostros, pero solo su esposa respiraba con dificultad, su hija, gracias a Dios, estaba bien, por alguna extraña razón, fue protegida por algo para no ser tocada por la pared que tenía encima.
Preocupado, tocó el rostro a su esposa, limpiándola para que pudiese abrir los ojos.
—Amor… Amor…
—…
—Mami, por favor…
—…
—Rosa, responde, no me dejes —susurró Marcos sobre el rostro de su esposa.
La mujer movió los ojos bajo los párpados y después de unos segundos, los abrió. Al ver a su esposo, una lágrima rodó por su mejilla y una sonrisa se dibujó en sus labios. Luego tosió.
—¿Cómo te sientes? —preguntó en susurros.
—Bien… —contestó la mujer con dificultad—. ¿Y la niña? —preguntó al instante en un acto reflejo producido por la adrenalina.
—Está bien, ella está bien, aquí está —dijo mostrándole a su hija a su lado.
La mujer cerró los ojos y otra lágrima rodó por su mejilla.
—Marcos, ayúdame a salir de aquí…
—Está bien.
—¿Y los demás? ¿Dónde están los demás? —preguntó la mujer presa del pánico.
—Aquí… —suspiró Joshua cerca de ellos.
En ese momento, Rosa y Marcos miraron a un lado y vieron de pie a Joshua, Raúl y Mercedes, sin embargo, el chico tenía a su hermana en sus brazos, y él lloraba. Marcos y Rosa esperando lo peor, se pusieron de pie, con su hija en brazos, y se acercaron a ellos para consolarlos.
—Está viva, pero… está inconsciente… —respondió Joshua lleno de polvo, sus padres se mantenían en pie a duras penas, pero también estaban tristes—. Hay que salir de aquí enseguida —agregó.
—Vámonos —fue todo lo que dijo Marcos.
Y sin perder el tiempo y apegados al plan inicial de Raúl, todos caminaron hacia el auto, el cual, además de tener los rayones y golpes por el derrumbe, solo tenía un pedazo del techo encima, mismo que no había logrado aplastarlo. Como pudieron, Joshua y Marcos lo quitaron y, tras asegurarse de que no faltaba más, ambos subieron al auto.
Desde ahí y producto de la experiencia al borde de la muerte, se percataron de todo lo que estaba pasando en realidad. El mundo que los rodeaba y que conocían no era el mismo que fue en la mañana, ni la noche anterior. Columnas de humo y fuego se alzaban a los cielos y un aterrador cielo rojo los cubría, con esas extrañas criaturas sobre las nubes.
Si había un infierno, debía ser así, seguramente.
El señor intentó encender el auto, pero no lo logró a la primera. Trató una vez más, y no lo consiguió, y antes de hacerlo una tercera vez, suspiró y rezó, acto seguido, lo intentó y lo logró. Luego de eso arrancó.
Continuará…
Autor: Danny Cruz