—Entonces… es la muerte… —dijo Fuentes más para sí misma que para los demás luego de llevar a Miguel y Regina con sus superiores.
—Hija, ¿Estás segura de lo que soñaste? —preguntó el oficial superior de Fuentes, un hombre con una cara de pocos amigos.
—Quisiera estar mintiendo —contestó Regina con los ojos rojos por el llanto.
—Fuentes.
—Dígame, señor.
—¿Ya corroboró la información con el resto?
—Sí, señor.
—¿Y qué dijeron?
—Todos soñaron lo mismo, prácticamente, detalles más, detalles menos.
El oficial superior alzó las cejas, sin saber qué decir. Nunca en su vida se había visto envuelto en una situación así, cosas de ese tipo solo pasaban en las películas, y ahora él estaba en una, y lo que era peor, era del terror más puro, porque ni siquiera sabía a qué se enfrentaba.
—De acuerdo, pídales a todos que no salgan de donde están, vamos a intentar hacer algo…
—¿Qué? —preguntó Fuentes frunciendo el ceño.
El oficial superior suspiró.
—Si este mundo está a punto de irse a la mierda, bueno, hay que buscar la manera de salir de aquí…
Y tanto Regina como Miguel, en compañía de Fuentes, tragaron en seco al escuchar aquella respuesta, y es que, pese a que era una opción en un primer momento, con todo lo que Regina soñó y el cómo se estaban desenvolviendo los hechos, no creyeron que esa fuese la mejor opción, aunque, quedarse tampoco lo era.
—Apúrese, hay que movernos ya.
—Sí, señor.
Acto seguido el trío salió de la habitación y se vieron en el pasillo, con varios oficiales yendo y viniendo.
—¿En serio nos vamos a ir? —preguntó Regina preocupada.
—Sí, es lo que escucharon.
—Pero…
—¿Qué? —contestó Fuentes alzando los hombros y meneando ligeramente la cabeza.
—No creo que eso sea lo mejor…
—¿Por qué?
—¿No me escuchó? ¿Acaso no me escuchó, Fuentes?
En ese momento, la mujer tomó a la chica de los brazos y la orilló a casi pegar su espalda con la pared, quedando tan cerca de ella que sus ojos estaban a pocos centímetros.
—Escúcheme bien, Regina, entiendo su miedo, entiendo cómo se siente, pero no podemos quedarnos aquí de brazos cruzados a esperar a que esas cosas vengan y nos maten, o mucho menos caiga del cielo esa criatura que vio en sus sueños… —la mujer tragó en seco—. En contra de mi voluntad, tenemos que irnos de aquí, porque quiera o no, también quiero vivir, morir no está dentro de mis planes.
Tras eso, la mujer se alejó de la chica.
—Por favor, vuelvan al refugio y esperen ahí por instrucciones, lo más probable es que se arme un equipo de expedición para ver si podemos salir de la ciudad, en este caso, por la salida que usted estaba pensando en primer lugar, Miguel.
—¿Es en serio?
—Sí. Ahora, por favor vuelvan y quédense callados, no hablen con nadie, ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
La oficial se alejó de ellos. Al estar solos, Miguel se acercó a la chica y trató de susurrarle al oído.
—¿Estás segura de lo que estás diciendo, Regina? ¿No crees que haya manera de salir de esto…?
La chica suspiró y abrazó al chico.
—No lo sé, Miguel, sinceramente no lo sé… —fue todo lo que dijo.
Marcos y Mercedes hicieron lo posible para atender a sus esposos luego de que estos recuperaran la conciencia, sin embargo, jamás pensaron que ellos dirían eso al despertar.
—¿Qué les pasó? —les preguntó Joshua a su papá y a Rosa cuando estos estuvieron más tranquilos.
Rosa abrazó a su esposo, sin embargo, su papá bajó la mirada, no sabía cómo afrontar la situación sin verse como un cobarde o un miedoso. No entendía siquiera cómo había perdido tanto los estribos. Tomó un respiro, Mercedes le acarició el pecho con su mano y luego de compartir una mirada con Marcos, asintió y tomó el valor para mirar a su hijo a los ojos.
—Debemos irnos de aquí…
—¡¿Qué?! —reaccionaron Marcos, Mercedes y Mónica.
Joshua, por su parte, estaba tranquilo mirando a su papá a los ojos.
—¿Qué pasó…?
—Vi a la muerte —dijo cerrando sus ojos. Marcos tomó a su esposa del rostro y ella solo dejó salir unas lágrimas.
—¿La muerte…? —Mercedes no creía lo que escuchaba.
Joshua tomó a su hermana de la mano, la niña sostenía a Alicia.
—Sí… —suspiró Raúl—. La muerte, y no tiene una forma bonita, es gigante… más que esos cerros, es enorme y… no sé realmente qué es lo quiere…
—Papá…
—No, Joshua, no… debemos prepararnos.
—¿Para qué?
Mercedes detuvo al señor en el suelo, este quiso levantarse, pero no pudo hacerlo. Rosa miró a su alrededor y luego se encontró con los ojos de Marcos, este pareció cuestionarla, pero ella no dijo nada, no parecía con ánimos de hablar.
—Para irnos de aquí.
—¿Irnos a dónde? ¿Qué no te fijaste que estamos rodeados por esas cosas? —le contestó su mujer. La señora estaba al borde del llanto, pero se mantenía en sus cabales por el bien de sus hijos, debía resistir y verse fuerte, aunque no tuviera la valentía para serlo.
—Lo sé, pero… —el hombre tragó en seco—. Será peor lo que nos pasará si nos quedamos aquí.
—¿De qué estás hablando?
—Escuchen… —Raúl tomó una extraña seguridad que vino quien sabe de dónde, incluso él se sintió raro—. Joshua tenía razón, esas cosas se están comunicando en nuestros sueños, y… miren, no sé mucho del tema y… puede que parezca un cobarde en este momento, pero esas cosas no dejarán vivo a nadie aquí, ¿Entendido? Esas cosas no van a dejar a nadie vivo.
—¿Por qué lo decís?
—Porque lo vi en esa pesadilla… —el señor estuvo a punto de desvanecerse nuevamente, pero trató de soportarlo y se mantuvo firme—. Lo vi en esa pesadilla, y estoy seguro que Rosa también lo hizo.
Todos se quedaron callados en ese momento, nadie quiso decir nada, o quizás nadie se sintió capaz de hacerlo. Era obvio que nadie podía cuestionar las palabras de Raúl y Rosa, no después de todo lo que vieron allá afuera, sin embargo, de eso a arriesgarse a salir allá afuera solo por algo que creían que estaba por suceder, era algo completamente diferente y descabellado. Aun así, todos consideraron aquellas palabras.
—¿Y entonces solo nos vamos así por así? —preguntó Marcos, Rosa sostenía ahora a Alicia.
—Sí, solo… solo nos vamos…
—¿Qué fue lo que vio, señor?
Raúl quiso hablarlo, quiso decirlo, quiso contar lo que vio, esa criatura enorme y tan grande como una montaña, que ni siquiera alcanzaba a comprender cómo algo así podía existir, y aquello le cortaba la respiración a tal punto que se obligaba a sí mismo a no creerlo, para mantenerse cuerdo.
—Solo háganme caso y vámonos de aquí…
—¿Y cómo? —le preguntó su hijo.
Raúl miró a su esposa y pese a que esta negaba con la cabeza, él no tuvo más remedio que mirar a su hijo y asentir.
—Ve a revisar el carro, por favor, y fijate que todo esté ahí, tratá de llevar las armas y el agua, lo vamos a hacer rápido…
—¿Rápido?
—Sí, Joshua, todos vamos a subir al carro y nos vamos a ir de aquí, así que, andá a revisá lo que te dije, hacelo ahorita…
En ese momento, la tierra comenzó a temblar. Todos intentaron guardar la calma, no era la primera vez que lo sentía, sin embargo, para todos era diferente. No era como los pasos de esas criaturas, era un verdadero temblor. Raúl tomó a su esposa y a su hija y Marcos hizo lo mismo, Joshua, por su parte, se mantuvo quieto en su lugar, esperando a que todo pasara.
De pronto gritaron en algún lugar de la ciudad, haciendo que el sonido llegara hasta ellos, a eso se le sumó el rugido de las bestias y entonces aquello volvió a ser una masacre. Al borde del llanto, todos se abrazaron para sobrellevar aquello, ninguno entendía lo que estaba pasando, solo podían escuchar e imaginar lo que ocurría allá afuera.
La vela se apagó en medio del bamboleo del mundo. Las cosas y las ventanas chillaron, era tan fuerte el temblor que parecía que la casa iba a caerse. Y entonces escucharon las explosiones.
Continuas y casi una tras otras, las oyeron por toda la ciudad. Los gritos, los rugidos, las explosiones y el temblor eran como una melodía de horror, una que estaban viviendo en carne propia, y entonces se detuvo. Todo se detuvo, pero nadie se movió de su lugar.
Pasaron unos cuantos segundos hasta que Marcos tomó la iniciativa, pero cuando estuvo a punto de hacerlo, oyeron un ruido que después catalogarían como “si el cielo se estuviese rajando”, y tras eso, una gran explosión se escuchó a lo lejos y después un temblor sacudió al mundo.
Fue tal la violencia con la que ocurrió, que una de las paredes se cayó, y como un efecto dominó, la casa se les vino encima.
A lo lejos, en el cerro, desde donde estaba siendo disparados los rayos al cielo, un gran tentáculo rompió el costado del cerro y del interior una llamarada de fuego rojo salió escupida al exterior. El soldado vio aquello desde las faldas de la montaña…
—No… no… no me digás que ya empezó… —fue todo lo que dijo antes de que el tentáculo volviese a entrar en la montaña y dejase al cielo cubierto por unas extrañas nubes rojas. Ahí, entre relámpagos, vio moverse detrás de aquel manto suave y esponjoso, varias extremidades parecidas a gusanos, pero tan grandes que solo pensó en las pesadillas de los escritores de terror hechas realidad.
Continuará…
Autor: Danny Cruz