17. Mensaje

Acerca de mí, Escritos Propios By Sep 01, 2023 No Comments

La puerta de la habitación se abrió y todos vieron a Joshua entrar junto a Marcos. Acto seguido, cerraron la puerta y se quedaron en el interior, todos estaban iluminados ahora por la luz de una vela. El chico les comentó que, si bien era cierto que parecía que esas cosas seguían la luz, en esa habitación no había un solo lugar por el cual esta pudiera filtrarse al exterior, porque la única ventana que había, daba justo al garaje, por ello hasta aire acondicionado tenía, porque no tenía un lugar por el cual la frescura entrara con facilidad.

Así pues, en la luz, ambos tomaron asiento junto a sus familias y decidieron hablar de lo que vieron afuera.

—No quiero alarmarlos, y por favor, les pido discreción y tranquilidad a todos, ¿Entendido? —les dijo Marcos, siendo el adulto responsable que salió afuera.
—De acuerdo —contestó Raúl.
Rosa tomó de la mano a Marcos y con ello le indicó que estaba bien.
Marcos suspiró.
—Está bien. Aparecieron las luces en el cielo.
Pronto, Marcos y Mercedes sintieron el apretón de manos de sus cónyuges, mirando en sus rostros el pánico que comenzaba a crecer desde sus interiores.
—Pero… es extraño también —comentó Joshua.
—¿Por qué? —preguntó su hermana, quien, hasta ese momento, había estado callada un largo rato.
—Bueno, no sé si recuerdan todo lo que nos contaron sobre su pesadilla, ¿No? —prosiguió Marcos, todos asintieron—. De acuerdo, en ningún momento mencionaron que las nubes parecieran que palpitaran o algo por el estilo.
—¿Qué? —contestó su esposa.
—Sí, si es que podemos decirlo así, pero es como se ve, las nubes parece que palpitaran, no sé, es como si fuesen empujadas hacia abajo, como cuando alguien respira, pues, algo así se ve…

Y tan pronto Marcos terminó de decir eso, todos vieron a Raúl y a Rosa desvanecerse.

La preocupación y los nervios se dispararon, pero Joshua y Mónica intentaron calmar a los adultos, incluida a la pequeña Alicia. No querían gritos por ninguna parte. Las pisadas en el techo se detuvieron hacía mucho en algún momento de la medianoche, ahora lo único que los aquejaba eran las pesadillas de sus familiares y esas extrañas cosas que le estaban pasando al mundo allá afuera.

Aun así, ambos jóvenes trataron de ser las cabezas pensantes en aquel momento y con cuidado, les pidieron a los que todavía estaban en sí, que no gritaran y que no hicieran mucho ruido. Y así, en medio del silencio, todos sumidos en los nervios, atendieron a Rosa y a Raúl, quienes, como producto de un letargo, yacían desvanecidos en el suelo, con sus parpados cerrados, pero con sus ojos moviéndose para todos lados.

REM… —fue todo lo que dijo Joshua al ver ese gesto en ambos.

Abrió los ojos.

Cuando la luz golpeó sus retinas y captó lo que había a su alrededor, solo pudo observar una luz sobre ella, muy a lo lejos. Cerró los párpados al sentir como la luz la cegaba y luego volvió a abrirlos, protegiéndose con sus manos. Y así pudo notarlo todo.

Solo había un color negro perpetuo.

Asustada, se levantó de golpe y se topó con la realidad, ahí no había nada. Todo era una completa y vacía oscuridad que era interrumpida por aquella luz sobre ella, viéndose a sí misma sentada en lo que parecía un charco, una pequeña laguna perpetua cuyo nivel de agua solo la cubría unos cuantos centímetros.

Preocupada, se puso de pie y miró a su alrededor, restregándose los ojos para confirmar lo que estos captaban. Todo era oscuro. No había nada ahí, era como el color negro del espacio, todo escuro, pero sin estrellas, salvo por el reflejo de la luz en el agua. Alzó la vista y trató de divisar de dónde venía esa claridad, pero no pudo, era tan fuerte que la cegaba si la miraba por mucho tiempo, era como un sol sobre su cabeza.

Bajó la mirada y con el corazón latiéndole a mil por hora y con la respiración casi a punto de causarle un paro respiratorio, corrió. Aunque no supo hacia donde, solo corrió.

Y allá a donde fuera, la luz la perseguía, o, mejor dicho, la luz la iluminaba, puesto que seguía estando en el mismo lugar de siempre, o eso era lo que ella percibía. Y es que no podía distinguir nada concreto, porque no había nada a lo cual aferrarse y decir que de ahí podía partir. No había calles, no había casas, no había siquiera un cielo, solo tenía arriba y abajo gracias al piso encharcado en el que estaba, pero de resto no tenía ninguna otra referencia, ni siquiera sabía si ese color negro sobre su cabeza era el cielo, porque no había estrellas, y mucho menos si esa luz era el sol, porque parecía más un reflector que otra cosa.

Pronto, las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas y se abrazó producto del llanto que le causó aquel cuadro aterrador. No entendía nada, no sabía nada acerca de lo que estaba pasando. Se dejó caer al suelo y su ropa volvió a mojarse, sus zapatos también y sintió un frío extraño recorriendo su ser. Enseguida se abrazó a sus piernas y lloró, lloró tan amargamente como lo haría un niño que fue olvidado por sus padres.

Y mientras se hallaba en esa posición, captó algo de luz en el agua y aquello le llamó la atención. Incrédula y sin entender lo que pasaba, levantó su cabeza y vio una gran nube delante de ella a muchos kilómetros de distancia. Una nube tan enorme como una montaña, era blanca, pero tan pronto la vio, luces de muchos colores comenzaron a aparecer por toda aquella blancura, pintando formas y figuras que la hicieron sentirse bien.

Se puso de pie, aquella nube montaña estaba lejos, pero era consciente de su tamaño gracias a la forma que tenía, porque marcaba el suelo y se elevaba a los cielos. Tenía la forma de una tormenta al atardecer, solo que a ras de piso. Incluso el paisaje le parecía atractivo, aunque no hubiese árboles y mucho menos cualquier otro indicio de vida además de su presencia.

Y entonces todo se pervirtió.

La nube comenzó a palpitar y con ello pareció crecer más de la cuenta. Poco a poco, aquella masa de humo se movió a gran velocidad por el espacio hacia ella. Sorprendida y asustada a la vez, se giró y corrió, sin dejar de ver como esa nube iba en pos de ella.

Sin saber a dónde ir y solo rezando porque todo aquello no fuese más que otra pesadilla, cerró sus ojos y no dejó de correr, siguió andando por aquel espacio oscuro intentando sobrevivir. Cuando volvió a abrir los ojos, la nube la engulló. Ella no hizo más que agacharse y cubrir su rostro con sus brazos y sus piernas.

Gritos, lamentos, disparos, golpes, el sonido del fuego y del viento, rugidos y ronroneos, carcajadas y respiraciones y un constante repiqueteo parecido al de las gotas de agua; escuchó adentro de las nubes. Fue como sentir todo el caos del mundo de golpe. Se tapó los oídos y se mantuvo quieta, agachada, sin saber a dónde ir, esperando que aquello no fuese su muerte, y si ya estaba muerta, que eso no fuese el infierno, porque no sabría qué hacer.

Y los segundos y los minutos pasaron, y el caos parecía perpetuarse hasta que todo se detuvo.

Con la respiración profunda y quebradiza por estar al borde del llanto, se percató del silencio que la embargaba. Con incredulidad y curiosidad, fue descubriendo sus oídos y creyendo que todo había terminado, abrió sus ojos y levantó la cabeza, mirándose de nuevo en la ciudad. Estaba de vuelta, había algo que entendía, al menos. Una sonrisa afloró en su rostro, pero esta se desvaneció enseguida cuando, a lo lejos, muy detrás de los edificios y las casas y más allá de los cerros, como un centinela, como un vigilante, una enorme criatura sin forma y con decenas de ojos, la observaba a ella en mitad de la carretera.

Un ronroneo que hizo vibrar el espacio la congeló. No pudo mover ni un tan solo músculo, incluso sus ojos no parpadearon ante lo que observaban. Una silueta negra y llena de puntos azules, se movía lentamente detrás de los cerros, siendo casi el doble de ellos. Y sus ojos, tan grandes como casas, pero en forma de hendidura como los que tenían las bestias, se posaban fijamente en ella.

¡GRRRRRR! ¡GRRRRRRRRRRR!

La bestia ronroneaba tan fuerte que hacía temblar la tierra.

Enseguida, grandes tentáculos pulsantes se extendieron de sus orillas y se alzaron a los cielos, alargándose como serpientes. Quieta y sin poder moverse, vio como aquellos apéndices se abalanzaron sobre ella a toda velocidad. Su cabeza no alcanzó a comprender lo que estaba pasando, era tanto para su mente que sus ojos comenzaron a moverse hacia arriba al tiempo que parpadeaba sin control. Apenas y pudo captar cuando uno de estos tentáculos la tomó y la levantó del suelo.

Una cosa pudo escuchar o sentir en ese momento.

…MU…E…R…T…

Despertó.

Y fue como salir de las profundidades del océano a la superficie a tomar una bocanada de aire luego de contener durante mucho tiempo la respiración.

Abrió sus ojos tan de pronto que la luz la cegó y vio figuras humanoides extrañas a su alrededor. El acto reflejo del grito se dibujó en su rostro y cuando estuvo a punto de hacerlo, una mano cubrió su boca y una cabeza se acercó a ella de entre las luces que la rodeaban.

Presa del pánico, quiso gritar con todas sus fuerzas, pero aquella mano la tomó tan fuerte que ni siquiera el aire pudo expulsar.

—Está bien, no grite… —escuchó en su oído. Cuando supo que era Miguel quien le hablaba, las figuras humanoides oscuras desaparecieron y las personas tomaron su lugar. Las luces se volvieron linternas y de entre todos los rostros, reconoció el de la oficial fuentes.

La mano le soltó la boca y ella hiperventiló con fuerza, tragando en seco luego de comprender que todavía estaba en la estación de policía.

Miguel se apartó un poco y sus ojos se posaron en los suyos y sintió una calidez que la hizo aterrizar y calmarse, reaccionó abrazando al chico con fuerza.

—Ya está bien, ya está bien, no pasó nada, no pasó nada… —le dijo Miguel en susurros al oído, mientras con una de sus manos acariciaba su espalda y su cabello.

La oficial fuentes le pidió a los demás que se apartaran y que atendieran al resto. Ella se quedó junto a Miguel y la chica y se acercó un poco más a ellos.

—¿Qué le estaba pasando, Regina? —preguntó la oficial con curiosidad y temor a la vez.

Regina negó con la cabeza en el hombro de Miguel, este, que miraba a la oficial a los ojos, imitó el gesto y ella entendió que no valdría la pena preguntar en aquel momento. Se limitó a observar cómo el joven consolaba a la chica. Pasados un minuto o dos, ambos se separaron y Regina se quedó sentada entre ambos.

—¿Cada vez se pone peor? —preguntó Fuentes sin mirarla. La luz de la linterna impactaba contra el piso y ese brillo los iluminaba a ellos.

—Sí… —susurró ella abrazándose a sí misma.

—¿Qué pasaba esta vez?

Regina miró a Miguel y este asintió cuando sus ojos se encontraron, confirmando que él le contó todo lo que ella vio en sus pesadillas. Regina suspiró, volviendo sus ojos al suelo. No sabía si hablar de eso, no sabía si reaccionaría bien al hacerlo, tampoco quería revivir esos momentos que parecían tatuarse como una quemadura en sus memorias.

—Señorita, quizás…

—No, déjela… quizás lo mejor sea hablar de ello.

—Pero, ¿Está segura?

—No lo estoy, pero ella intuye algo y quiero saber qué es.

Fuentes miró a Miguel y este asintió, ella entendió enseguida, debía contarle lo que estaba pasando.

La joven policía suspiró, debía tomarse un momento para contar todo lo que vio hasta ese momento, aunque en su mente no lograra encajar del todo el cómo estaba ocurriendo. Luego de unos segundos, miró a ambos jóvenes y asintió.

—Los sueños que tuvo, han tenido coincidencia con la realidad…

—¿De qué forma? —preguntó la joven abriendo sus ojos y levantando sus cejas, su boca estaba ligeramente abierta.

—De la forma en la que se imagina. Las luces en el cielo y la muerte por doquier, incluso las llamas, todo eso ha estado pasando tal cual en la pesadilla que tuvo…

Regina tragó en seco, pero el abrazó de Miguel la calmó un poco.

—Por eso quiero saber qué fue lo que soñó esta vez, porque algo me dice que sea lo que sea que está pasando allá afuera, tiene una conexión bien fea con esas pesadillas que usted tiene —dijo la policía hablando con calma y haciendo énfasis en cada palabra que decía.

Regina miró a Miguel y este se encogió de hombros y meneó la cabeza sin comprender del todo lo que la policía decía. En ese momento, la radio en su pierna sonó y ella tuvo que ponerse de pie, contestó. Giró unas cuantas instrucciones y luego se colgó la radio a la pierna, volvió con ellos, pero solo agachándose, ya no se sentó en el suelo.

—Algunos de nuestros hombres allá afuera nos contaron que ciertas personas que tuvieron contacto con esas criaturas, están teniendo las mismas pesadillas…

Regina apretó con fuerza las manos de Miguel.

—Eso quiere decir que nos están enviando un mensaje, y quiero saber qué es… —suspiró—. Quédese tranquila, por favor, les traeré algo de agua, quiero que me cuente todo lo que vio en ese sueño, Regina, por favor, porque si hay una manera de salir de esto, quizás esté en sus pesadillas…

Sin esperar respuesta, Fuentes se puso de pie y se alejó de ellos.

Regina se aferró a Miguel y sollozó en su pecho, ¿Cómo podría explicarles que en sus pesadillas ese dichoso mensaje no era más que un presagio de muerte?

Continuará…


Autor: Danny Cruz.

Revisión: E. N.

Author