“¿Están viendo esto? Díganme que no soy el único que lo está haciendo…”
Habló una voz por radio. Todo era interferencia. Afuera, la oscuridad de la noche era interrumpida por destellos.
“Tranquilo, nosotros también lo estamos haciendo.”
Esa fue otra voz en la radio, en alguna otra parte de la ciudad. De pronto, había muchas personas conectadas enviando información. En alguna parte, alguien recibía la transmisión.
“¿Qué creen que sea? ¿Por qué el cielo está haciendo eso?”
“Ni idea. Lo único que yo vi fue algo como un rayo disparado al cielo y después ese caos que estamos viendo.”
“Mierda… ¡Perdón! ¿Creen que tenga que ver con todo lo que está pasando?”
“¿Quién podría saberlo? Todo estamos en iguales condiciones, nadie sabe absolutamente nada. Solo podemos pedirles que se mantengan en sus refugios y si todavía hay gente con ustedes, por favor, no se arriesguen y no dejen que se arriesguen más de lo debido. Quédense en silencio y olviden las luces en el cielo, hay que intentar mantenernos con vida hasta el amanecer, probablemente con la luz del día podamos hacer algo contra esas criaturas…”
“Dios te escuche, cambio y fuera.”
“Cambio y fuera.”
La transmisión se cortó y la joven policía no dejó de mirar el cielo. Rayos azules, rojos y amarillos se esparcían como las ramas de un árbol por las nubes. Era terrorífico, pero a la vez atrayente. Tenía algo de hermoso aquel espectáculo inusual. En toda su corta vida, la oficial Fuentes no recordaba haber visto y mucho menos oído de algo como eso. Ni siquiera en los foros de internet a los que tanto le gustaba entrar cuando tenía tiempo libre. Era algo completamente nuevo.
Otros compañeros se sumaron a ella para ver los rayos en el cielo y ninguno dijo nada, era como si todo eso se llevara sus palabras. Escuchó por ahí a más de alguno murmurar cosas, el más cercano a ella se hallaba orando. Frunció el ceño y sonrió, no era de creer en cosas religiosas, pero en aquel momento, para ella, si existía un creador en toda regla, de lo bueno y de lo malo, esperaba a que lo bueno prevaleciera. Por un instante, se permitió tener fe y le pidió a Dios que los protegiera, si es que con eso podría hacer algo.
Se puso su gorra y volvió al interior. Justo a su derecha, en el refugio, se encontró con Miguel y Regina.
—¿Qué está pasando allá afuera? —preguntó Miguel mirando a Regina con la cabeza reclinada hacia atrás, en la pared.
—Bueno… no tenemos idea…
—¿Y qué son todas esas luces?
—Aún no sabemos…
—¿No quieren decirnos?
—Miguel, por favor…
—Solo quiero saber.
La oficial Fuentes miró a su alrededor, asegurándose que nadie más estuviera escuchando, y al ver que todos estaban metidos en sus asuntos, a pesar de la situación en la que se encontraban, tomó a Miguel por el brazo y lo llevó afuera.
Ahí se topó con la realidad.
—¿Qué es eso?
—Jum, nadie lo sabe, solo empezaron a aparecer.
Miguel frunció el ceño. En toda su vida jamás vio algo así, y por el aspecto y el silencio de los rayos en algunas ocasiones, sintió miedo, pero trató de ocultarlo al tener cerca a personas que podrían hacer algo para defenderse de lo que pudiera suceder.
—Pero… ¿Cuándo?
Fuentes suspiró.
—Alguien en la radio dijo que vio un rayo disparado al cielo, no sabemos de dónde, pero después aparecieron esos rayos de muchos colores. Ni idea de qué podría ser.
—Rayos de muchos colores… —susurró Miguel como si aquello significara algo. Trató de pensar donde escuchó eso, donde había visto algo parecido. Y después de unos segundos, lo recordó.
—¿Qué pasa? —le preguntó Fuentes luego de ver su expresión.
El chico bajó la mirada al suelo y después se encontró con los ojos de la oficial Fuentes.
—Hace un rato, Regina tuvo una pesadilla. Se había quedado dormida y se despertó nerviosa y llorando, al parecer fue por la pesadilla.
—¿Qué soñó?
El chico miró a su alrededor, como para asegurarse que nadie más lo miraba, luego se acercó más a Fuentes y bajó la voz.
—Bueno, ella dijo que soñó que había algo en el cielo, no me dio muchas explicaciones, pero mencionó que eso era enorme y que parecía como el espacio, que no era nada parecido a las criaturas de aquí en la tierra y… no estoy muy seguro de esto, pero… es probable que hubiese luces en el cielo.
—¿Luces en el cielo?
—Sí.
—¿Cómo éstas?
—Eso creo…
Fuentes miró el refugio.
—¿Ella está dormida ahorita?
—Está descansando, le afectó mucho lo que soñó, porque también dijo algo más…
—¿Qué dijo, Miguel? Cuénteme todo.
—Bueno, ella dijo que…
—Todos estaban muertos —dijo Raúl cuando su esposa y los demás les preguntaron a él y a Rosa lo que soñaron y por qué las luces en el cielo tenían un significado aterrador para ellos.
—¿Cómo así? —preguntó Mercedes.
—Todos estaban muertos, amor, todos.
—Pero…
—Sí, y todavía no estoy segura de cómo ni por qué don Raúl y yo soñamos lo mismo, pero es verdad, demasiado como para ponernos así —dijo Rosa rodeada por los brazos de su esposo—. Había luces en el cielo y una criatura detrás de las nubes, tan grande que ni siquiera sé decir que tan grande, y todo estaban muertos…
—¿Quiénes todo? —preguntó Joshua.
—Todos es todos, Joshua, todos estaban muertos. Toda la gente que conociste y que conocés en San Lorenzo, estaba muerta. En la pesadilla… —la mujer tomó un respiro, su esposo le indicó que, si no quería seguir, que no siguiera hablando, pero ella le dijo que estaba bien—. En la pesadilla, todo estaba destruido, había fuego por todas partes y solo habitábamos esa criatura y yo, o… bueno, tu papá también, aunque en mi pesadilla no logré verlo.
—Eso está muy raro.
—¿Raro?
—Sí —dijo Joshua, mirando a su padre siendo calmado por su hermana y su madre, y a Rosa siendo consolada por su esposo y su hija.
—¿Por qué? —preguntó Marcos.
—Porque es como si… como si esas criaturas estuviesen comunicándonos algo mediante los sueños.
—¿De qué estás hablando? —le preguntó Marcos.
—Es que, solo piénselo, mi papá y Rosa vieron a esas cosas a los ojos, luego ambos tienen pesadillas horribles y ahora están pasando cosas allá afuera…
Un sudor frío recorrió la columna de todos los presentes.
—¿Qué estás queriendo decir, hijo? —preguntó Raúl.
—Es como si estuviesen avisándonos de lo que están por hacer —murmuró el soldado mientras corría entre los automóviles, en una de las calles principales de la Colonia Morazán, aquella que llevaba hasta el Hospital Municipal de San Lorenzo. Hablaba solo, pero en su mente recordaba las últimas palabras que le dijo su jefa y esa había sido su respuesta—. Es como si estuviesen avisándonos de lo que están por hacer.
—¿Y qué están por hacer? —preguntó su jefa en ese momento.
El soldado sonrió.
—Acabar con el mundo —contestó.
En ese momento se tiró al suelo y se deslizó debajo de una camioneta luego de escuchar el rugido de una de esas criaturas en la zona. Se hallaba frente al Hotel Morazán. Se sorprendió de la cantidad de automóviles que había estacionados afuera del local. Eso explicaba la cantidad ingente de muertos.
La tierra tembló ante el paso de una criatura. No estaba cerca, pero tampoco podía arriesgarse a estar afuera mientras esa cosa andaba por ahí. Pero sabía perfectamente que eso no era lo que andaba buscando. Si tan solo tuviera más información. Odiaba trabajar en ese departamento, todo se manejaba con tanta discreción que a veces las cosas solían ser muy ambiguas. No entendía del todo cómo funcionaban esas cosas, pero sabía algo sobre ellas, eran letales y no podían verlo o lo mataban, de resto, cualquier cosa podría ser.
Entonces recordó el rayo que vio, y se preguntó de qué parte salió. Y es que, desde donde estaba, solo vio que fue al interior de la ciudad, pero no sabía en qué parte, y tampoco sabía si eso tenía que ver con lo que estaba buscando. Aunque, en vista de todo lo que había pasado en la ciudad, lo más probable es que sí, sin embargo, ¿Valía la pena arriesgarse yendo hasta ahí, al corazón de todo para obtener información? Podía perder tiempo valioso y no era el momento para hacer eso, tenía que darse prisa. Sin embargo, ¿Qué más podía pasar?
Miró su reloj y este marcaba las 2:15 de la madrugada.
Podía tomarse 45 minutos para ir hasta ahí, al corazón de la ciudad y buscar cualquier cosa que lo llevara hasta donde se proyectó el rayo al cielo, pero, ¿Y si no encontraba nada? ¿Y si era un callejón sin salida y terminaba poniéndose en peligro de muerte? No podía arriesgarse así y mucho menos arriesgar a toda su unidad a entrar por él o por lo que sea que quedara de la misión. Debía actuar con inteligencia. Pero, hasta el momento, la pista más fiable y lo más obvio era eso, el rayo, sin embargo, con tanto que había pasado, ya ni siquiera recordaba en qué punto lo vio. Podría haber salido de cualquier lugar. Momentos como ese es que lo hacían pensar que a veces era un idiota a la hora de trabajar.
Suspiró.
“De acuerdo. La misión era simple, entrar, obtener información y volver. Pero también debía buscarlo a él, ¿Y dónde podría estar? Solo me habría encantado conocer más de la situación, pero la jefa todo el tiempo me mantuvo en la computadora y yendo de un lado para otro, ¡Maldición! ¿Por qué no mandaron a Celta o Delta? ¿Cómo hago ahora? ¿Cómo hago? Pero es que, si voy hasta el lugar del rayo, tal vez obtenga más respuestas de lo sucedido, pero ir hasta allá me hará perder tiempo, como lo estoy haciendo ahora, ¡Imbécil!”
De pronto, se dio cuenta que la calle y el lugar estaba en silencio, ya no había temblores tampoco. Su reloj marcaba las 2:20 de la mañana. Si tan solo hubiera ido ahí en cuanto entró a lugar, no habría tenido que ir a la carrera ahora, pero ese elefante araña lo hizo tropezar.
Suspiró.
“Bien, entonces iré a donde se proyectó el rayo, solo espero tener información precisa, y si logro regresar, le diré a la jefa que, a la próxima, me de un informe detallado de todas estas cosas, ¡Maldición!”
Se arrastró para salir de debajo de la camioneta y se puso de pie, observando a todos lados para despejar las dudas de estar solo. Cuando se aseguró, regresó sobre sus pasos y giró a su derecha, con dirección a la Colonia Ismael Acosta, según recordaba en los mapas que le dieron de San Lorenzo.
“Al menos eso sí lo hicieron bien. Solo espero no estar equivocado y que ese rayo lo haya causado él y no uno más de sus huestes.”
Se encaminó por el camino solitario y tranquilo, bajo las luces en el cielo como su guía de visión.
Continuará…
Autor: Danny Cruz
Revisión: E. N.