“Hola ¿Qué tal? Mi nombre es Jaime y estamos de nuevo aquí en otro reportaje de Historias con sabor a café. El día de hoy nos encontramos en la bella tierra sureña de San Lorenzo [Hace un paneo de la cámara hacia la playa y el manglar, luego vuelve con el reportero, un chico alto, de anteojos y cabello rizado y alborotado] donde estaremos disfrutando de su gastronomía y conociendo un poco del lugar, su historia y datos interesantes, para mostrarles un poquito de lo que compone nuestro país. ¡Comencemos!”
[Sucede el video de introducción y luego se muestra una vista aérea de la playa de San Lorenzo, sus restaurantes, el manglar que la rodea, así como los brazos de agua por los cuales algunas lanchas navegan y, de fondo, el puerto donde un barco descarga sus contenedores]
“San Lorenzo, ciudad-puerto al sur de Honduras, punto importante y estratégico para la nación, tanto como el paso obligado de mercancías desde distintas fronteras como ser Nicaragua y El Salvador gracias a que la mítica Carretera Panamericana la atraviesa de punta a punta; así como ser la sede del que ha sido uno de los puertos más importantes de Honduras: el famoso Puerto Henecán. Rodeada por cerros y llanuras al norte y al oeste, así como llanuras y el mar al este y al sur. Una parada exclusiva para turistas donde pueden degustar exquisitos manjares como los curiles, cangrejos, camarones, unos ricos pescaditos y más; y de paso tener unos paseos en lancha o conocer sus calles y descubrir lugares pintorescos y hermosos, algo totalmente diferente a lo que se ve todos los días.”
—Ya me aburrió —dijo el muchacho quitando el video para poner otro.
—¿Por qué lo quitaste? —preguntó la jovencita junto al muchacho en el sofá.
—Ya me aburrió, vos, y además quiero ver otra cosa. Qué calor el que está haciendo.
—Sin pajas, demasiado. Según estuve leyendo, la ONU dijo que ya terminó la era del Calentamiento Global, que acaba de comenzar la era de la Ebullición Global.
—Pero como a la gente le vale madres todo, ni siquiera se dan cuenta —contestó el muchacho—. Por cierto, ¿Qué te dijo mamá?
—Pues… que vendrán más tarde, andan en una cena de unos amigos de papá.
—¿Qué hora es?
—Pues… las ocho y media de la noche, ¿Por qué?
—¿Y se fueron?
—Hace como media hora.
—De acuerdo, entonces por lo menos a las diez u once estarán llegado, ¿Te gustaría ver alguna película, Mónica?
—¿Y cuál veríamos? —contestó Mónica desde el sofá.
Ambos estaban vestidos con ropa de estar en casa.
Por las ventanas podía verse que era de noche.
—No sé, ¿Cuál te gustaría ver?
—¿Seguro que me vas a dejar elegir?
—Sí.
—¿Seguro, Joshua?
—Sí, pero si seguís preguntando, voy a poner lo que yo quiera.
—Ya, pues, ya. Miremos Interestelar.
—¿Segura?
—¿Tengo que repetirlo?
—Bueno, está bien, miremos Interestelar entonces.
Joshua se puso de pie y fue a la cocina mientras le dejaba el control remoto a Mónica. La adolescente, que no pasaba los quince años, buscó la película en el terabyte conectado al televisor y la reprodujo en lo que su hermano mayor volvía. Unos minutos después, Joshua se sentaba junto a ella, dándole un plato con papas fritas, también traía refresco y unos vasos.
Mónica se sorprendió del buen trato y aceptó todo de buena gana.
Y mientras ellos disfrutaban de un momento agradable entre hermanos en lo que sus padres estaban fuera, un automóvil, entre tantos otros, corría por la Carretera Panamericana del lado de Choluteca, con dirección a Tegucigalpa, o al menos eso se suponía debido a que iba de este a oeste.
Era una Toyota Prado de color negro y vidrios polarizados. Iba por el carril rápido del bulevar y no parecía haber movimiento en el interior del auto, aunque tampoco podía distinguirse. Le tomó alrededor de cuatro minutos ir desde la rotonda con salida a Choluteca hasta la rotonda con salida a Tegucigalpa y que servía como desvío hacia Coyolito.
Sin embargo, bajó la velocidad y avanzó siempre al oeste. Aceleró un poco y se encaminó continuando por la CA-1. La carretera en este tramo se volvía oscura, siendo iluminada apenas por los faroles a orillas del camino que tenían dispuestos algunas casas. El vehículo siguió rumbo al oeste, pasando frente a PROMACO, UCENM y por último FERROMAX, siendo la entrada hacia la colonia Yadira Quiroz el último tramo cercano al centro de San Lorenzo.
Siguió corriendo hasta pasar frente a la Empacadora de Productos Acuáticos La Sirena, viendo más adelante el puente Simisirán, el cual estaba justo después de una ferretería de la que no sabía nada, salvo que su edificio era blanco y bastante grande.
Entró en el puente y mientras lo atravesaba, cosa que duró apenas unos segundos, una de las ventanas, del lado derecho del automóvil, se abrió y algo parecido a una bolsa negra fue arrojado al exterior, cayendo justo debajo del puente.
El automóvil siguió y se perdió en la noche, mientras, bajo el puente, en un charco, puesto que no había más agua ahí, lo que arrojaron por la ventana tenía el aspecto de una bolsa negra, sin embargo, la poca iluminación no ayudaba para verlo con claridad, aun así, bajo la luz de las estrellas y los pequeños destellos que lanzaban los automóviles que pasaban por el puente, dejaban ver que algo se movía en el charco, como si hubiese algo con vida en el interior de la bolsa.
De pronto, se escuchó una ruptura, quizás de la bolsa negra de plástico, después hubo un sonido de arrastre y por último algo que se movía en el agua, como si estuviese golpeando la misma. Y entonces, en la tenue iluminación del lugar, pudo verse entre sombras, como una criatura extraña corrió y saltó de la quebrada hacia los matorrales en dirección al oeste.
En ese momento, otro vehículo se estacionó en la oscuridad de la carretera. Dejó las intermitentes puestas y los faroles encendidos. Del asiento del piloto, un hombre salió y rodeó al coche, yendo hacia los matorrales, cerca de la luz del auto. El hombre bajó el cierre de su pantalón y se dispuso a orinar, soltando un suspiro de satisfacción, como si llevara rato esperando hacer eso.
De repente, vio a los matorrales moverse un poco a pesar de la tenue iluminación del entorno. No les prestó mucha atención, solo quería terminar su labor e irse enseguida. Entonces escuchó un crujido y después un ronroneo. Frunció el ceño, preguntándose qué podría ser eso, pero mejor intentó acabar enseguida para así poder irse. Hizo mayor presión para terminar luego y en ese momento, algo salió de los matorrales y saltó hacia él. El tipo se cubrió el rostro levantando los brazos y cerró los ojos, al tiempo que gritó asustado.
Sin embargo, pasaron unos segundos y no le sucedió nada. Atemorizado, abrió los ojos y miró a su alrededor, descubriéndose a sí mismo en una situación extraña, con los pantalones y zapatos meados y con la actitud de un hombre asustado. Lamentando haberse ensuciado a sí mismo con la orina, subió el cierre y volvió corriendo al vehículo.
Adentro no había nadie más que él. Miró a su alrededor, como buscando lo que fuera que le saltó encima, sin embargo, en aquella oscuridad no alcanzó a ver nada, ni siquiera por la luz de los demás vehículos que pasaban por ahí. Se restregó la cara y se dijo a sí mismo que tal vez llevaba largo tiempo conduciendo, que lo mejor era descansar un poco. Recordó que había una gasolinera más adelante donde podía estacionarse y dormir un poco.
Bostezó y entonces sintió un leve ardor en el brazo y en su mejilla derecha. Confundido, encendió la luz del interior del coche y se vio un rayón en el antebrazo que recorría su piel desde la muñeca hasta su codo. Era un corte limpio cuyas orillas comenzaban a ponerse negras y las venas y vasos sanguíneos se volvían morados conforme avanzaban los segundos. El ardor de su rostro, junto a la confusión y el miedo que le estaban causando, lo hizo bajar el retrovisor para mirarse mejor y notó enseguida que la herida en su mejilla no tenía mejor aspecto que la de su brazo.
Esta comenzaba a supurar pus y un líquido negro bastante viscoso. Asustado y preocupado, recordó que el hospital más cercano estaba en San Lorenzo, que podía llegar en unos minutos si se regresaba desde ahí. Así que, sin perder mucho tiempo, arrancó y giró al estilo de las películas de persecución y se encaminó rumbo al centro de la ciudad.
Sin embargo, no avanzó ni medio kilómetro cuando el automóvil perdió el control y se estrelló contra un árbol en un terreno baldío a orillas del camino.
Otro vehículo que pasaba por ahí vio lo sucedido y se detuvo del otro lado. Dos personas bajaron de este y corrieron a ver si el conductor estaba bien, un tercero se quedó a llamar a una ambulancia. Bajaron la calzada y se acercaron a la puerta. Un extraño sonido llamó la atención de ambos tipos, pero no se detuvieron a analizar de qué se trataba, solo querían saber si el conductor estaba bien. Como pudieron, abrieron la puerta del piloto y lo increíble sucedió.
Del otro lado, desde el vehículo que se detuvo a ayudar, la persona que llamó a la policía, junto a otros curiosos que se detuvieron, fueron testigos que, del asiento del conductor, una criatura negra y con colmillos blancos y ojos rojos, supurando por su cuerpo un extraño líquido parecido al alquitrán, atacó a sus amigos y los mató en el acto.
Los gritos invadieron el lugar y todo se llenó de horror al ver cómo aquella extraña criatura corría hacia la gente que se detuvo a ayudar. Pronto, los guardias de la empacadora y la ferretería que estaban cerca, tomaron precaución sobre lo sucedido y abrieron fuego sobre lo que corría hacia ellos, y es que, de un momento a otro, aparecieron más criaturas como la que salió del automóvil, yendo por los curiosos y aquellos que estaban por ahí. Y así, lo que en principio fue una escena de auxilio, pronto se transformó en una pesadilla.
Mientras tanto, Mónica y Joshua miraban su película y una llamada cayó al celular de Joshua.
—¿Quién es? —preguntó Mónica pausando la película.
—Mamá.
El chico contestó enseguida.
—Dígame, seño —dijo el chico llevándose el celular al oído. Su hermana observó aquello y vio como su hermano cambiaba las expresiones de su rostro con rapidez, pasando de la curiosidad al asombro y luego a la confusión.
—¿Qué pasa, Joshua?
—Poné el canal cincuenta —contestó su hermano enseguida.
La adolescente se preocupó y con rapidez quitó la película e hizo lo que su hermano dijo.
—Sí, ahorita lo estamos viendo —dijo el chico.
Y así, ambos vieron lo que pasaba:
“Se ha reportado un ataque a la altura de la Empacadora La Sirena, salida hacia Tegucigalpa, repito, se ha reportado un ataque a la altura de la Empacadora La Sirena, salida hacia Tegucigalpa” —decía el periodista—. “No tenemos más información sobre lo sucedido, pero una llamada al canal nos alertó de lo ocurrido y unas patrullas de policía y uno de nuestros reporteros se dirigen al lugar. Según la persona de la llamada, unas criaturas extrañas atacaron a la población luego de un accidente en la carretera. No entendemos del todo lo que está pasando, pero los mantendremos al tanto. Se ruega a la población a mantenerse en sus casas y a no perder la calma hasta que se haya controlado la situación. No sabemos de lo que podría tratarse, pero es probable que haya varios muertos en el lugar. Esto es…”
—Mamá, ¿Qué está pasando? —preguntó Joshua algo histérico a su madre por teléfono, aunque intentaba mantenerse tranquilo.
Mónica, su hermana, que estaba pendiente de la llamada y de las noticias, comenzó a preocuparse más de la cuenta y empezó a llorar.
A lo lejos, las sirenas de policía y bomberos se escucharon en la ciudad y pronto unas explosiones retumbaron en el ambiente.
Continuará…
Autoría: Danny Cruz
Revisión: S. N.